El libro gana mucho cuando te lo dedica un autor

Teniendo en cuenta que todo libro es por definición una obra de arte, tanto por su contenido como muchas veces por su continente, aquellas «piezas» que han sido autografiadas por sus autores pueden lograr un enorme valor de mercado.

Pero no estamos hablando de dedicatorias fútiles, sino de aquellas palabras escritas a pluma estilográfica, que autores han dedicado a personas con las cuales les unían lazos afectivos, desde amigas hasta amantes

Lo que siempre ha sido un signo de distinción en cualquier biblioteca que se precie, esto es, que tu libro te lo dedique su autor, ha comenzado también a ser cotizado en muchos anticuarios.

De hecho, no es raro que nos encontremos con ejemplares dedicados en sitios web virtuales de subastas, con precios que empiezan a partir de los 2.000 euros.

En el caso concreto del ejemplar en cuestión es un libro de Joseph Roth que ha salido a subasta con un precio inicial de 2.300 euros, y donde el escritor austriaco consigna: “Para una dama muy querida y honorable, a quien permanezco fiel en un viejo amor eternamente joven”.

Además, la dedicatoria está en el idioma materno de la dama a quién va dirigido, el polaco, idioma en el que autor de La rebelión, dominaba lo suficiente como para poder utilizarlo en la «intimidad».

Lo que ganan los libros con las dedicatorias

Un mismo volumen, firmado por el autor, y si además tiene una dedicatoria, puede multiplicar por muchos enteros su precio en el mercado.

En concreto, la diferencia de precio del libro que hemos citado en los primeros párrafos pasa de costar, en la misma plataforma, 60 € sin dedicatoria, a multiplicarse por casi 40 con la dedicatoria a la misteriosa dama.

El libro en cuestión es Job. Historia de un hombre sencillo, un libro que se centra en el personaje histórico de Job, el profeta judío, para explicar la vida de los judíos de Europa Oriental.

Un recién codiciado objeto de deseo

A decir de muchos anticuarios, las dedicatorias de los autores en los libros se han convertido recientemente en un objeto de deseo para muchos bibliófilos o inversores que ven en las antigüedades un terreno donde lograr pingües beneficios.

Entendiéndolo de otro modo, más existencial si se quiere, vuelve a tener valor una concepción barroca de la existencia, donde unos cuantos trazos, normalmente a pluma estilográfica, se convierte un compendio de la vida del autor, y también de la del ejemplar en cuestión.

Si nos remontamos a movimiento barroco, en boga entre los siglos XVI al VXIII, el mismo sospechaba de la realidad fuese tal como se nos mostraba a los sentidos: todo, por tanto, se volvía fugaz y etéreo.

Una dedicatoria del autor del libro, bajo esas coordenadas filosóficas, constata la fugacidad de la vida y el paso del autor por ella, y del deseo, también efímero, que en este caso Joseph Roth sintió por una dama que sigue siendo desconocida.

Un signo de distinción

Aunque afortunadamente la firma de libros ha democratizado la dedicatoria, en tiempos no tan remotos, era un honor que solo recibían nobles y reyes.

De esta manera, con esas dedicatorias, los autores demostraban deferencia sobre unos nobles y reyes que muchas veces les hacían de mecenas, en unas épocas, se puede recordar ahora a Miguel de Cervantes o Calderón de la Barca, donde los literatos y dramaturgos no tenían el sustento asegurado.

En cierto modo, ahora podemos seguir hablando de mecenazgo, ya que son los lectores, con la compra de los libros de los autores, los que permitan que estos reciban regalías por sus derechos de autor.

Por ello, para los lectores, muchos de ellos admiran a sus autores, lograr la dedicatoria de un autor es una pieza de caza a la que muchos aspiran, y para ello se pueden ver en las ferias literarias, colas, muchas veces de longitud considerable, delante de las casetas los días de firma de ejemplares.

Dedicatorias y dedicatorias

Pero por lo general anticuarios, coleccionistas, bibliófilos y también especuladores no van detrás de dedicatorias que el autor haya realizado para un lector anónimo.

Las «piezas de caza mayor» son las dedicatorias autografiadas que el autor ha realizado a personas con las cuales tenían algún tipo de intimidad, ya fueran esa de amistad o de amor, la mayoría de las veces en este último término, galante.

Existen auténticos «sabuesos» que recorren bibliotecas para encontrar aquel ejemplar que un autor, o autora, haya dedicado a un amor, que fue o que pudo ser.

Inevitablemente al que esto escribe le da por pensar en el personaje de Lucas Corso, un auténtico mercenario de la bibliofilia, personaje central de El Club Dumas, una de las muchas novelas que nos ha regalado a los lectores Arturo Pérez – Reverte.

 Ferias del libro antiguo

Con cada vez más predicamento, son lugares a los cuales los bibliófilos, y también personajes como Lucas Corso, acuden «como moscas a la miel», buscando, también, libros autografiados por sus autores.

Una de las más celebradas se desarrolla todos los noviembres en Buenos Aires, ciudad literaria donde las haya, por cuyas avenidas transitaron literatos de tronío como Julio Cortázar o Jorge Luís Borges, por citar solo a dos.

En la edición del pasado año, el 2023, se pudieron 23 expositores, y no todo fue negocio, ya que se pudo disfrutar de una mesa redonda que abordó la obra de Jorge Luís Borges, que inauguró la feria.

La Feria de Libro Antiguo de Buenos Aires también permitió a los participantes y público en general acercarse a los muchos artesanos que se dedican a la edición de libros: encuadernadores, grabadores, impresores, restauradores e ilustradores.

Además, en la última edición de la feria se pudo ver una exposición fotográfica, con imágenes del siglo XIX y XX ligadas al placer de la lectura, siendo posible encontrar desde daguerrotipos hasta fotografías reveladas hasta más de un siglo.

Inclusive se ha inaugurado en esta última edición la Biblioteca Argentina para Ciegos, con un buen número de ejemplares publicados en Sistema Braille, para aquellos que estando privados del sentido de la vista no quieren renunciar a disfrutar con la literatura.

Fuente – EL PAÍS / Wikipedia / infobae

Imagen – Steve Bowbrick / Rafael Robles / Agustí Amorós / watchsmart / bizmac / Francisco Martínez Arias

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