Literatura avanzando entre escaques

El editor y escritor Paco Cerdà nos presenta en El Peón, a partir de las peripecias vitales de dos grandes ajedrecistas – Arturo Pomar y Bobby Fisher – una amplia panoplia de «peones» en la Historia: peones con una labor indispensable pero que la mayoría de las veces fueron sacrificados sin miramientos cuando hubo menester

Los juegos de estrategia, y el ajedrez es el rey de ellos, también dan, como en el libro que os presentamos, para la narrativa, y además de altos vuelos.

En El Peón, el escritor y editor valenciano Paco Cerdà, nos relata, de una manera novelada, la partida de ajedrez que enfrentó al que por entonces era el campeón mundial de ajedrez, Bobby Fisher con Arturo Pomar.

La contienda ajedrecística se produjo en el año 1962 en el marco del Torneo Internacional de Ajedrez de Estocolmo, y en aquellos años, Arturo Pomar era un joven maestro de ajedrez que acaban de ingresar en la edad adulta.

Vidas paralelas

Más allá de la narración que podemos encontrar en El peón, en ciertos acontecimientos vitales, las vidas de Fisher y Pomar corrieron paralelas, salvando las distancias del nivel de desarrollo de las naciones de las que procedían.

Ambos fueron ensalzados, y también utilizados, por sus respectivos gobiernos que los «vendieron» como una viva muestra de los índices de desarrollo al que podían aspirar cualquiera de sus nacionales.

Además, ambos fueron dejados de lado por Norteamérica y España en los momentos más delicados de sus vidas, en el caso de Pomar debido a que la España de posguerra no estaba como para gastarse los «cuartos» en que el Gran Maestro de ajedrez ganase títulos internacionales.

En el caso de Pomar, a pesar de que el ajedrez español no contaba con muchos medios, tuvo unas más que notables participaciones en las Olimpiadas de Ajedrez, llegando a estar presente en doce de ellas.

Publicado en el sello editorial Pepitas de Calabaza, la historia de Arturo Pomar, sirve como vehículo para hablar de otros «peones» que han sido necesarios en la Historia para que la humanidad avance.

Mito en la posguerra española

A pesar de atraso secular y la hambruna que provocó la guerra Civil Española y la desinformación a la que el Régimen sometía a los españoles, la mayoría de la población sabía quién era Arturo Pomar.

Pomar se convirtió en una celebridad cuando en una de las ediciones del Torneo de Ajedrez de Gijón, y con tan solo 12 años, logró un resultado de «tablas» con el que, en esos momentos, corría en el año 1943, era el campeón mundial de ajedrez, Alexander Aliojin.

Un país que no acompañaba

Mientras que Bobby Fisher, nacido en un país que tomaría el relevo al Reino Unido como primera potencia del mundo occidental, tuvo a su disposición todos los medios habidos y por haber para desarrollar al máximo su talento, España no estaba para semejante dispendios.

En un país devastado por tres años de Guerra Civil, donde el racionamiento de todo tipo de bienes, incluso la comida, estuvo vigente hasta bien entrada la década de los años 40 del pasado siglo, el ajedrez era un lujo superfluo.

Empleado de correos, la única manera de Pomar para poder participar en los campeonatos internacionales de ajedrez era pedir vacaciones, no retribuidas, en Correos, donde trabajaba en una de sus oficinas.

Sin ningún tipo de ayuda técnica ni entrenador, le tenía que hurtar horas al sueño para poder entrenar y analizar las partidas que habían desarrollado otros grandes maestros de ajedrez.

Y como «guinda del pastel», tras su participación en el Campeonato Internacional de Ajedrez de Estocolmo, después de haberse enfrentado con nada menos que el campeón mundial Bobby Fisher, comenzó a mostrar síntomas de la enfermedad mental que le acompañaría el resto de su vida.

Bobby Fisher, otro «juguete roto»

Como ya hemos indicado, a pesar de haber nacido con el océano Atlántico entremedias, hay mucho de común en la peripecia vital de Arturo Pomar y la del ajedrecista de Chicago.

Apasionados del ajedrez desde la infancia, los gobiernos de los países donde nacieron los utilizaron como meros reclamos de marketing para publicitar las bondades, en este caso, de Estados Unidos.

En los tiempos de la Guerra Fría, el deporte y en concreto el ajedrez también era objeto de contienda en los dos bloques separados por el Muro de Berlín.

Tanto en URSS, y en menor medida en Estados Unidos, el ajedrez, y más que el juego, las victorias internacionales, se convirtieron en sujeto de disputa enconada entre los dos bloques geopolíticos.

A pesar de que nunca hubo mejores ajedrecistas que los soviéticos, al menos en esa época, Bobby Fisher logró vencer al máximo campeón soviético, Boris Spassky, en el que ya ha pasado a los anales de la historia como el «Encuentro del Siglo».

En la capital de Islandia, en el año 1972, se enfrentaron Spassky y Fisher, con la victoria de este último, siendo el primer ajedrecista nacido en Estados Unidos que se hacía con el campeonato mundial.

Al igual que Pomar, Bobby Fisher también acabo siendo presa de la enfermedad mental, por lo que, entre otras cosas, un año antes de cumplir 30 años, dejó de participar en campeonatos de ajedrez internacionales.

Hilo conductor

Hasta cierto punto, glosar la vida de Arturo Pomar no es más que el hilo conductor que le permite a Paco Cerdà, a lo largo de las algo más de 250 páginas del volumen, hablar de insignes «peones» a lo largo de la Historia.

La virtud, y a la vez la desgracia, de los peones, tanto en el ajedrez como en la Historia, es que casi siempre son imprescindibles para ganar la partida, pero también, una vez desempeñado su cometido, suelen ser sacrificados.

Entre los «peones» que veremos evolucionar en el libro, nos vamos a encontrar a un maquis que bien entrado los años sesenta del pasado siglo, seguía en la serranía luchando contra la Guardia Civil franquista.

Pero hay más: activistas antirracistas norteamericanos, un obispo antifranquista, feministas, antifascistas torturados e inclusive personajes con relevancia histórica, como el caso de Julián Grimau.

El comenzar El Peón con figuras tan relevantes como Arturo Pomar y Bobby Fisher no es más que un reclamo para «enganchar» al lector a la historia para así, una vez recabada su atención, poder hablar de personas con menos «lustre» público.

Fuente – EL PAÍS / pepitas de calabaza / Arturo Pomar en Wikipedia / Bobby Fisher en Wikipedia

Imagen – Thomas Kholer / Thierry Ehrmann / Wikipedia / Fae / Psychonaut / Jan Tik

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