Los éxitos literarios se la juegan en pocas semanas

La vida moderna impone sus tiempos, y eso implica, en el caso de los productos culturales, el tiempo que duran, ya sea en cartelera o en los expositores de las librerías, para tener éxito se mide en semanas. Si no lo tiene, un nuevo título ocupará su lugar, también con un futuro incierto

Y eso se aplica a todos los productos culturales, no solo los libros, sino también películas y series y ello debido a la velocidad, de la luz, con la cual se lanzan nuevos productos culturales.

Eso hace que muchos de ellos terminen en la irrelevancia casi poco después de haber sido lanzados, quedando relegado si no han tenido un éxito fulgurante.

Son muchos los lanzamientos, lo que hace que, tanto en las parrillas como en los expositores de las librerías, los libros, películas y series que no han tenido éxito tengan que dejar sitio para lo nuevo que viene.

A velocidad de crucero

El éxito se alcanza pronto o no se alcanza en el mercado literario español, ya que los lanzamientos son constantes, y no paran.

Lo más trágico del asunto es que detrás de cada libro y cada cómic que se lanza al mercado suele haber años de trabajo, que solo se remunera una vez que la obra se ha publicado y se logran beneficios con la venta.

La mayor parte de las producciones las capitalizan las grandes editoriales, y el tejido de librerías de nuestro país, conformada por librerías pequeñas y de tamaño medio, no tienen espacio para mantener un fondo editorial.

Eso hace que aquello que no se vende y en poco tiempo es devuelto a las editoriales, y muchos de esos ejemplares se destruye para fabricar nuevos libros.

Por lo general un libro que no ha tenido éxito es imposible comprarlo, ni pidiéndolo a las editoriales, así no hayan pasado ni siete meses.

Muchos los llamados, pocos los elegidos

La promiscuidad publicadora hace que el 86% de los libros que se publican anualmente vendan, como mucho, cincuenta ejemplares y eso con una publicación media por cada título que supera los tres mil ejemplares.

Además, de media una tirada tarda algo más de seis meses en venderse, algo que resulta imposible con la rotación que se da en los expositores de las librerías.

La mayoría de las veces los libros se acaban devolviendo porque hay que dejar sitio para las novedades que no dejan de llegar.

Al mismo tiempo, y eso se aplica más al cine, los espectadores piden a los cines que tengan un flujo constante de novedades, por lo que lo único que se mantiene en cartelera son aquellas películas que rinden beneficios.

Un mercado inundado de novedades

Y eso afecta a todo el sector de la cultura. El año pasado se estrenaron en salas comerciales 439 películas, se publicaron casi 78.000 primeras ediciones de libros y en teatros se abrió el telón en algo más de 24.000 representaciones teatrales.

Eso implica una oferta que no se puede sostener con un gasto medio, de aquellos que invierten en cultura, de algo menos de 224 euros al año, un dinero que se acaba concentrando en determinadas películas, libros y obras literarias.

Teniendo en cuenta que cualquier producto cultural tiene una enorme inversión detrás, independientemente del “palo” que se toque, muchas veces la cultura acaba siendo un negocio ruinoso.

La competencia de las plataformas

En el caso de las salas de cine, en pocos años les ha salido un enemigo formidable, como son las plataformas de entretenimiento.

Por unos pocos euros, se puede suscribir una membresía en Netflix, HBO, Amazon Prime o Disney +, donde se puede disfrutar de decenas de series y de películas.

Además, muchas de esas plataformas, Netflix sería la más emprendedora, han comenzado a producir sus propias series y películas, con lo cual le hacen la competencia a otro sector como es el de la producción audiovisual.

Por ello las salas de cine comercial también han tenido que comenzar a ejercer la multiprogramación, esto es, programan las películas dependiendo del día de la semana en el que nos encontremos.

Una cultura de la dispersión

Que es fiel reflejo del tipo de vida que llevamos, una vida en la cual estamos sometidos a cientos, sino miles, de estímulos diariamente.

Eso provoca que estemos constantemente buscando novedades, ya sean culturales o de cualquier otro tipo.

Por otro lado, hasta hace relativamente poco, teníamos que esperar una semana para ver el siguiente capítulo de una serie, pero ahora las empresas de contenidos te largan la temporada entera el día del estreno.

En el caso de los libros, esto está afectando a la longitud que tiene los mismos: un reciente artículo de The New York Times planteaba que los libros más vendidos en Estados Unidos, tanto ficción como no ficción, han bajado a las 500 páginas de media.

El eterno recambio

Inclusive que sea una película de éxito no la libra de una estancia efímera en la cartelera de los cines.

Los 20 filmes más vistos entre abril y junio no han aguantado ni cuatro semanas en la cartelera, siendo pronto fagocitados por los nuevos lanzamientos.

Estamos hablando de películas de tanto éxito como Belfast de Kenneth Branagh, o como Cinco lobitos de Alauda Ruiz de Azúa, dos obras que además de derrochar a raudales calidad también tiene una temática que la hace atractivas para el espectador.

Unas plataformas no necesariamente malas

Sin embargo, las plataformas de entretenimiento no tienen que ser necesariamente malas, ya que permiten que ciertos filmes tengan una segunda vida.

O una primera, como es el caso de Asamblea del cineasta Alex Montoya, que vio cómo, producto de la pandemia, la película se tuvo que estrenar en la plataforma Filmin.

Ello le permitió tener una audiencia amplia, ya que en las plataformas de entretenimiento el vídeo es bajo demanda, es decir, cada usuario decide a que hora quiere o puede ver la película, no estando en dependencia del horario del cine.

Fuente – EL PAÍS

Imagen – spaetz / Eden, Janine and Jim / Stewart Butterfield / María Vilaró / Netflix / Abt Electronics / Tejvan Pettinger / HBO

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