Hay ciudades que rezuman literatura y que algunas veces también tiene una historia tan apasionante como para servir de argumento para obras literarias. Las ciudades de Trieste y de Fiume son dos buenos ejemplos de cómo dos localidades pueden ser objeto y sujeto de la literatura escrita con letras de oro y en mayúsculas.
Eso es lo que podemos encontrar en algunas ciudades europeas, brillando especialmente entre ellas las italianas Trieste y Fiume. Para algunos tipos de viajeros, que viven y respiran para la literatura, el que una ciudad brille por la magnitud de sus bibliotecas es suficiente como para que su visita se convierta en imprescindible.
Trieste es una ciudad que rezuma literatura por todos sus poros. Tanto por la buena acogida que tienen las bibliotecas y librerías en ese trozo de Italia como por haberse convertido desde hace más de dos siglos en un refugio de escritores de la magnitud de James Joyce, que fue profesor de inglés en la ciudad o Umberto Saba que se dedicó a ser librero de viejo.
De hecho incluso se comenta, aunque no es más que una leyenda urbana, que Franz Kafka pudo haber sido destinado a la sede central de Trieste de Assicurazione Generali, en vez de trabajar en su filial de Praga.
Trieste además ha sido un cruce de caminos, en el cual se han encontrado las tradiciones de Europa Central, el Imperio Austrohúngaro e inclusive algunas tradiciones orientales. En este crisol de razas y de literaturas también ha habido tiempo para el nacimiento de grandes escritores contemporáneos como es el caso de Claudio Magris que inclusive ha dedicado un libro, de título homónimo, a la ciudad italiana. Una ciudad que fue siempre frontera ha dado una literatura en la que se entremezclan, como un caleidoscopio, diversas culturas y sensibilidades.
Fiume es otra ciudad italiana que exuda literatura por todas las costuras; una ciudad que aunque de mayoría étnica italiana fue cedida en 1918, tras la Primera Guerra Mundial, a Yugoslavia, algo que ha decir del escritor protofascista Gabriele D`Annunzio representó para Italia un victoria mutilada. Sin embargo la dominación yugoeslava no dudaría mucho ya que en 1919 el citado escritor, seguido por 1.000 camisas negras, tomó la ciudad.
El año en el cual Fiume fue una ciudad libre en la cual se instauró una “dictadura lírica” en la cual se instituyó una constitución de corte anarquista que establecía por ejemplo que la música era uno de los pilares del estado, quitó los crucifijos de las escuelas y dio el voto a la mujer. La aventura fascistoide no duró mucho ya que en 1920 el propio ejército italiano tomó el control de la ciudad.
A pesar de haber acuñado el eslogan “Fiume o morte” la realidad es que poco hizo D`annunzio por resistir la liberación de la ciudad por las fuerzas armadas italianas. Finalmente Benito Mussolini, ya con la potestad de Duce, recluyó al poeta lírico en una villa con vistas al lago de Garda.
Tras la finalización de la II Guerra Mundial, muchos de los ciudadanos de habla italiana, se vieron obligados a exilarse, y muchos de ellos eligieron mudarse a Trieste, entre ellos la familia de Marisa Madieri que posteriormente tendría una vida literaria tan corta como intensa. Esta escritora italiana comenzó a escribir a los 40 y a los 58 había finalizado de cáncer.
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Fuente – Diario El País
Imagen – Roberto Taddeo