El genial y malhadado Stefan Zweig, decimos esto último porque se suicidó mientras vivía en la ciudad brasileña de Petrópolis hace ahora 76 años, tuvo una extensa obra, a la cual tampoco le fueron las ajenas las biografías.
En uno de los personajes históricos en los que se fijó fue en uno de los más turbios, uno de los que tuvo importantes responsabilidades políticas durante la Revolución francesa y la época de Napoleón I.
El personaje histórico del que hablamos no es otro que Fouché, el que fuera ministro de Policía de Napoleón, al que dedicó Fouché, retrato de un personaje político, una obra que puede ser calificada de genial, como lo era el escritor vienés.
Ahora, de la mano del sello Acantilado, se vuelve a reeditar el título, en plena canícula estival, con la intención de que se vuelva a hablar del ese personaje controvertido, lleno de claros y oscuros, más de lo último que de lo primero, que fue Joseph Fouché.
Un personaje ciertamente siniestro
Lo que nadie puede poner en duda es que Fouché, fue uno de los baluartes sobre los que se apoyó la Francia revolucionaria y posteriormente Napoleón I en su ascenso político hasta ser nombrado emperador.
Los rasgos más característicos de alguien que invirtió sus mejores años de su vida en la defensa del estado revolucionario y posteriormente napoleónico, era, según podemos leer en la biografía que escribió Zweig: feo, taimado, traidor cuando le convenía y que sobrevivió a una revolución, un imperio y una monarquía.
Un superviviente nato
Sin dudar del empeño que puso, en su puesto de ministro de Policía, en defensa del estado, fuese cual fuese su clase, navegó por las turbulentas aguas políticas de una revolución, la Convención, el imperio de Napoleón II y la monarquía reinstaurada, su principal calidad era ser un superviviente.
Quien pudiese ser calificado como un Maquiavelo del siglo XIX, utilizo todas sus artes de seducción, intriga, conspirativas para lograr estar siempre al lado del poder, independientemente del tipo que fuese este.
Algo más que una biografía
En Fouché, retrato de un personaje político, nos encontramos con una biografía atípica, ya que no solo se centra en el personaje histórico.
Lo mejor del libro de Stefan Zweig, escrito en 1929, todavía en periodo entreguerras, pero ya con un inevitable ascenso de los fascismos en Centroeuropa, es que nos ofrece también un contundente relato de que fue el contexto histórico, social y político en el que vivió Joseph Fouché.
A medida que vamos evolucionando por el relato, nos vamos a ir encontrando con la Convención, encontrarse con Robespierre, escuchar a Napoleón. En resumen: en el relato de Zweig, restalla de una manera audible, lo que fue la historia de Francia durante tres periodos históricos, todos ellos contiguos.
Como la piel de una cebolla
Este libro polimórfico se asemeja a una cebolla, esto es, hay que levantar todas las capas para darnos cuenta de que, por lo menos, existen tres niveles a partir de los cuales se puede analizar la escritura de Stefan Zweig.
Si analizamos el libro desde el punto de vista solamente literario, la calidad de la prosa de Fouché, retrato de un personaje político es notable y se encuentran en el culmen de la obra de Zweig, pudiendo servir como un magnífico texto narrativo.
Al mismo tiempo, es un magnífico texto de historia, donde se narran fielmente lo que fueron las convulsiones históricas que sacudieron Francia entre los años 1789 a 1820, años en los cuales el régimen político mutó desde una revolución hasta la instauración de una nueva monarquía, la de Luis XVIII.
Por último, Zweig también traza un preciso retrato psicológico del antiguo seminarista, de manera que el que fuera hijo de una humilde familia de pescadores, fue subiendo peldaño a peldaño en las estructuras del estado de una Francia convulsa, hasta llegar a ser temido por el propio Napoleón.
Por ello, y gracias a la taumaturgia de Zweig, se nos presenta el Fouché tal como es, alguien dotado de mucha sangre fría, que golpea a tiempo y que puede mutar como si fuese en camaleón, lo cual explica el haber salido indemne de varios regímenes políticos.
Un conveniente encuentro con Robespierre
Habiendo sido ya ordenado sacerdote y siendo profesor en el seminario de Arrás, conocer a Robespierre, hizo que se aficionase a la política y desarrollase, seguramente ya lo tenía innata, una afición desmedida por las conspiraciones de salón.
Sus buenas relaciones con los antimonárquicos, le permite, tras detectar Fouché en el ambiente que pronto Luis XVI acabaría guillotinado y se instauraría una república, participar en la Asamblea Nacional.
La masacre de Lyon
Pronto se vio que Joseph Fouché no se pararía en barras para lograr ascender en el escalafón revolucionario: fue el máximo responsable de que Lyon, ciudad acusada de intentar levantarse contra la Revolución, fuese tomada a sangre y fuego.
Con un genio innato para «nadar y guardar la ropa» se encargará de encontrar un «cabeza de turco» para endosarle el muerto, o sería mejor decir los muertos. Y todo ello para poder tener un expediente inmaculado en caso de que la contra revolución lograse volver a instaurar la monarquía.
El directorio
Convertido en ministro de Policía, pronto se da cuenta de que de quien realmente está manteniendo en el poder al Directorio, es un joven general en la treintena que adorna sus entorchados con muchas victorias en el campo de batalla contra los enemigos de la Revolución.
Viendo en Napoleón una estrella ascendente, no duda ni un minuto unirse a él, y mientras de cara a la galería todo son parabienes para con el soldado, aprovechando su puesto como actor principal de la seguridad Estado, teje alrededor del militar corso, una tupida red de espías e informantes que van trazando los vicios confesables, y los inconfesables, del que sería marido de Josefina de Beauharnais.
Enriquecido por su actividad política
Fouché no fue solo uno de los mayores intrigantes de Francia y máximo responsable del aparato represivo de hasta tres regímenes políticos distintos, sino que también utilizo su posición política para enriquecerse con turbios negocios.
Fue uno de los principales muñidores de que Luis XVII se hiciese con el cetro de Francia una vez que la fortuna de Napoleón declinó hasta perder la corona de emperador en la decisiva Batalla de Waterloo.
A pesar de los servicios prestados al nuevo monarca, siempre una vez que el ministro de Policía vio que a Napoleón le quedaban meses al frente de Francia, sus últimos años estuvieron llenos de miseria y destierro, falleciendo en 1820.
Fuente – EL CORREO / Wikipedia
Imagen – Wikipedia / MarcusBritish / Johann Jaritz / ACANTILADO / dp792 / Agustín Raluy / Jorge Franganillo / trialsanderrors / dany13