Si nos tuviéramos que imaginar el arquetipo de espía británico, solo miembros de la tribu freak se lo podrían imaginar tal como es: gordo, flatulento, fumador empedernido y con problemas con el alcohol.
Ahora la Salamandra publica Caballos lentos, la primera novela de la serie que Mick Herran ha dedicado a ese atípico espía londinense, prototipo del antihéroe.
Una visión despiadada de la comunidad de inteligencia
Caballos lentos es la novela con la que Herran inició la saga de Jack Lamb, y ahora nos la ofrece la editorial Salamandra en una precisa traducción de Enrique de Hériz.
El principal logro de Jack Lamb es que, se aleja de las novelas de espías al uso, en las cuales, y me estoy acordando ahora de la saga James Bond, que fue literatura antes que cine, todo transcurre derrochando lujo y boato, y siempre rodeado de mujeres bellísimas.
La principal virtud de Caballos lentos es que «toca suelo», esto es, nos muestra lo sucia, despiadada y bestial que es la comunidad de inteligencia, a la que John Le Carré bautizó como The Circus.
El ángel caído
Caballos lentos, se inicia cuando un brillante agente de la inteligencia británica, y miembro del establishment cae en desgracia.
River Cartwright, así se llama el agente, no tiene otro remedio que, para poder seguir trabajando en lo único que sabe hacer, espiar, descender al reino sombrío de las sombras donde gobierna Jack Lamb.
A pesar de ser familiar de uno de los «barandas» que tuvo la inteligencia británica, a Cartwright no le quedará otra que engancharse en una «legión» formada por adictos al internet, al sexo y al alcohol, que trabajan en la zonas más oscuras de la sociedad.
Jack Lamb, una incógnita…hasta para su propio creador
El pasado de Lamb no es que se encuentre en una nebulosa cegadora, es que ni siquiera existe aparte de algunas breves referencias de la saga. El propio Mick Herran, al ser preguntado en una entrevista sobre los «antecedentes» de Lamb, confesó que no sabía gran cosa sobre ellos.
Inclusive para los protagonistas de las novelas de Jack Lamb, este espía que trabaja en las ciénagas más malolientes de Londres, es una auténtica incógnita; todo él es misterio y todo en él es misterio.
Una trama de cadente actualidad
Herran es una persona informada de lo que sucede en política internacional y aplica sus conocimientos a los casos que tiene que resolver el espía, dedicado en exclusiva a la actividad privada, para ganarse la vida.
En la gestación de Caballos lentos, nos encontramos con un caso que los que estáis acostumbrados a leer prensa internacional o las páginas de internacional de diarios nacionales, habréis leído más de una vez.
En Caballos lentos, una célula de extrema derecha ha secuestrado a un británico de ascendencia pakistaní con la intención de decapitarlo delante de la cámaras, aplicando una peculiar justicia del ojo por ojo y diente por diente, como una manera de hacer frente al terrorismo islámico.
A partir de ese hecho, que al final, a medida que va evolucionando la novela, se demuestra como meramente circunstancial y que le sirve a Herran para desplegar un panóplia de las emociones humanas más abyectas: envidia, rencor, ambición.
Otra cosa que falta, y que hasta cierto punto se había convertido en un «clásico» del género, es que literatura de espías llevaba asociada, quizás por influencia del creador de James Bond, al boato, el lujo y a mujeres bellísimas.
Afortunadamente Herran «pisa suelo» y de su pluma aprendemos la parte que menos se ha tratado de los hombres y mujeres de la comunidad de inteligencia, sus sinsabores, sus frustraciones, sus miserias, y circunstancias laborales que podrían hacer perder la cabeza al más cabal.
En las serie de Jack Lamb se aprecia lo mucho que sabe Herran de la comunidad de inteligencia y de los bajos fondos londinenses, lo cual habla de una meritoria labor de documentación, que le permite escribir un libro tras otro en los cuales el único escenario es la capital británica.
Jack Lamb, viviendo en las cloacas de la seguridad y mostrando la realidad descarnada de lo que es la vida del espía, destila un humor muy british, que además de desdramatizar la realidad, lo cual ayuda a que el relato sea, a ratos, inclusive divertido.
La inteligencia británica en ebullición
Desde hace unos años, parece que la inteligencia exterior rusa, la «civil» y la militar, ha anexionado al Reino Unido a su teatro de operaciones.
Si el primer caso verdaderamente preocupante fue el envenenamiento, con un isótopo radioactivo, de un exespía del KGB, de apellido Litvinenko, el último se llama Skripal y novichok el agente nervioso utilizado.
Entremedias, un rosario de operaciones del KGB, e inclusive del GRU (servicio de inteligencia militar), que se han desarrollado en Reino Unido, con una predilección por la que fuera la capital del Imperio británico.
Skripal, el último caso
Sergei Skripal, un antiguo espía del Comité para la Seguridad del Estado (KGB), y su hija, fueron envenenados en la localidad británica de Salisbury, por lo que parece que son dos agentes del GRU, de los cuales se tienen imágenes y se conoce su nombre, seguramente supuesto, al haber sido encontrados sus pasaportes.
Uno de los indicios que podrían indicar el ataque fue orquestado desde el Kremlin, es que el agente tóxico utilizado obedece al nombre de novichok, un agente nervioso más letal que el famoso VX, y que fue desarrollado en la Unión Soviética entre en la década de los setenta del pasado siglo.
Dos agentes del GRU
Los supuestos dos agentes de la inteligencia militar rusa, son, siempre según sus pasaportes lo cual no indica automáticamente que sea su identidad real, Alexander Petrov y Ruslan Boshirov, y han reconocido que en las fechas en las cual se produce el envenenamiento estaban en Salisbury, aunque recalcan que “haciendo turismo”.
En el caso del pasaporte de Petrov, su numeración corresponde a una codificación que las autoridades rusas utilizan para el alto secreto; por si eso fuera poco, la documentación lleva añadida un número de teléfono que corresponde al ministerio de defensa ruso.
Tal como ha podido investigar el rotativo moscovita Novaya Gazeta, el número de teléfono adherido al pasaporte, por su numeración, es del mismo distrito de Moscú en el que está la sede del servicio de inteligencia militar.
Por último, el periódico moscovita también ha podido descubrir que la «ficha» asociada al pasaporte de Alexander Petrov, está vacía, y la única y lacónica información que ofrece es un lacónico SS, que son el acrónimo de sverj sekretnyy que se puede traducir como “alto secreto”.
Fuente – El País / The Circus en Wikipedia / Ian Fleming en Wikipedia / El Mundo / Internacional en El Mundo / KGB en Wikipedia / Novichock en Wikipedia
Imagen – Edmond Wells / US Army Europe / Auther H.Tree / Transformer18 / tcees / monkey style / L`Orso Sul Monociclo / rus tsky