El primer juicio del Holocausto

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La autora alemana Anette Hess acaba de publicar La Casa Alemana, una novela que le sirve para hablar de una de las páginas más negras de Alemania, como es el régimen nazi que, subiendo democráticamente al poder en el año 1933, sucumbió en el año 1945

Los juicios a los responsables del campo de concentración de Auschwitz fueron la primera vez que los alemanes se tuvieron que enfrentar a una realidad atroz.

Hasta ese momento los alemanes que estaban al tanto de la existencia de los campos de concentración creían que solo habían sido campos de internamiento de prisioneros y no de exterminio.

Auschwitz fue uno de los campos donde mayores crímenes contra la humanidad se perpetraron; solo hay que recordar que los trenes donde se amontonaban los judíos llegaban hasta las puertas de las cámaras de gas.

Alemania federal en los años sesenta del pasado siglo

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Fue en el año 1963 cuando se produjo el primer juicio contra los responsables de los genocidios cometidos en ese campo de concentración ubicado en Polonia.

Hasta la celebración de este primer juicio, un manto de silencio se había instalado entre los responsables de ese genocidio y sus familias; pero muchos estaban «al cabo de la calle» de lo que había pasado.

Novela histórica

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Es en lo que se ha embarcado la guionista alemana Annette Hess, que acaba de publicar La Casa Alemana, una novela en la que indaga sobre ese primer juicio a los genocidas de Auschwitz.

Hess, que es una de las guionistas más afamadas de Alemania, es especialista en «bucear» en el pasado para investigar cómo nos afecta a las personas lo que hicieron nuestros mayores.

Tal era el convencimiento de los editores del éxito que va a tener el libro, que inclusive antes de «enviarlo» a máquinas ya habían vendido los derechos en 20 países y ya se había apalabrado el llevarla al cine.

Hasta cierto punto una historia personal

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El abuelo de Hess fue policía en Polonia durante todo lo que duró la ocupación alemana en dicho país.

Durante su niñez y adolescencia, el trabajo de policía en la Polonia bajo la Ocupación, era un tabú en su familia del que nunca se hablaba, de manera que eso hizo crecer su interés por lo que fue la ocupación de Polonia por el III Reich.

Sin embargo, la labor de documentación llenó de culpa a Hess, ya que descubrió que la policía en la que trabajaba su abuelo había sido un «actor» importante en el Holocausto judío.

Atanor de supervivencia durante el nazismo

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La fuente de inspiración de La Casa Alemana son muchas de las vidas que tuvieron que sufrir el nazismo y adaptarse para sobrevivir en él.

Como «vehículo» de la novela nos encontramos con Eva Bruhns, cuya familia está dedicada a un restaurante, La Casa Alemana, homónimo del título del libro.

Eva, por una serie de circunstancias, acaba trabajando, en ese año 1963, como intérprete en los juicios a los que se somete a los responsables del genocidio de Auschwitz.

Su labor es sumamente delicada, ya que tienen que traducir las declaraciones de los judíos supervivientes del Holocausto, específicamente en ese campo de concentración Auschwitz, el más pequeño que había en el complejo de exterminio de Auschwitz – Birkenau.

En su familia, la noticia de que va a trabajar como intérprete de los judíos que sobrevivieron a Auschwitz no sienta nada bien, llegando inclusive a oponerse a que coopere con el tribunal que juzga a los criminales nazis.

Es época, la de los campos de exterminio, además de la historia de la Alemania también es la historia de los alemanes e inclusive de la familia de la propia Eva.

La protagonista también medita en el libro sobre el «manto de silencio» que, tanto en su familia como en la sociedad alemana, en la RFA de esa época, existía entorno a la década en la que gobernó Hitler y su partido el NSDAP.

Millones de cómplices

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A Annette Hess su libro le sirve también para realizar una reflexión de calado sobre, además de ya citado «manto de silencio», la colaboración, más o menos significado, de millones de alemanes con el régimen nazi.

No solo los jerarcas nazis, como Goebbels, Goering, Mengele o el propio Hitler, fueron los culpables, además del Holocausto y de la destrucción final de Alemania y la división del país en dos estados.

Millones de alemanes participaron en el mecanismo de destrucción y exterminio en la maquinaria nazi. Desde el más anónimo soldado de las SS, hasta los operarios que fabricaban el Zyklon B, pasando por los jueces que aplicaban la legislación nazi.

El necesario recuerdo

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Annette Hess desea que su libro, además de una novela al uso, induzca en la sociedad alemana el necesario recuerdo de lo que fue la Alemania nazi, después de décadas de amnesia colectiva que en poco han ayudado a la necesaria catarsis colectiva.

De hecho, esos recuerdos tienen que aflorar en las familias alemanas, donde el nazismo, aunque es un secreto a voces, todavía no ha sido purgado.

Fueron millones los alemanes que se beneficiaron con el nazismo: desde los que despojaron a los judíos de sus patrimonios a unos precios irrisibles, hasta empresas, algunas que actualmente todavía perviven, que hicieron pingües negocios «engrasando» la maquinaria bélica alemana.

Eichmann en Israel

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Uno de los criminales de guerra que se vio impelido a las primeras páginas de los periódicos fue Adolf Eichmann, que tras ser capturado por el Mosad fue juzgado en Tel Aviv y condenado a muerte por ahorcamiento.

Eichmann, con el rango de coronel de las SS, en toda su carrera criminal, nunca mató a nadie físicamente, pero fue uno de los «arquitectos» de lo que se conoció como Solución Final, esto es, el exterminio sistemático, a partir de 1941, de más de seis millones de judíos.

En una arriesgada operación, el Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales, ese es el significado en hebreo de Mosad, secuestró a Ricardo Klement, esa era la identidad ficticia bajo la que vivía Eichmann en el régimen de Perón, y lo «entregó» en Tel Aviv.

Eichmann fue considerado culpable de los cargos de los que se le acusaba, lo que implicó su condena a muerte, a pesar de que su defensa alegó obediencia debida en el diseño de la Solución Final.

En la madrugada del 31 de mayo de 1962 y en la prisión de Ramla, Eichmann fue ahorcado, manteniendo su altivez hasta su último suspiro de vida.

Fuente – LA VANGUARDIA / Auschwitz en Wikipedia / Zyklon B / ABC / Adolf Eichmann en Wikipedia / Mosad en Wikipedia

Imagen – povigest / Wikifreund / Daniel / BarchBot / Klaus Schwab / Finod / Woody Hibbard / Ralf Roletschek

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