De viajes y campos de exterminio: la fachada del régimen nazi

Durante algo más de una década la Alemania gobernada por el partido nazi se mostraba ante Europa como una potencia industrial y económica, con ciudadanos educados y eficaces y hasta un lugar idílico donde recalaban miles de turistas. Todo ello nos lo cuenta Viajeros en el tercer Reich de la historiadora británica Julia Body

Hubo un tiempo en que, aunque pueda parecer imposible, después de las atrocidades que cometió el régimen que lideró Adolf Hitler, que Alemania, hasta la conflagración mundial, fue un remanso de paz y espejo donde se miraban muchas democracias occidentales.

De hecho, eran muchos los viajeros, qué por trabajo, pero sobre todo por placer, viajaban a Alemania y se quedaban maravillados del país que se estaba reconstruyendo tras el armisticio de la I Guerra Mundial.

Fueron precisamente las ominosas condiciones que las potencias vencedoras impusieron a Alemania – perdida de parte de su territorio, compensaciones de guerra fabulosas – las que propiciarían el revanchismo alemán, la subida al poder del NSDAP y la II Guerra Mundial.

Ahora, hablando de ese turismo que se desarrollaba en la Alemania previa al III Reich, aparece en los expositores de las librerías Viajeros en el Tercer Reich.

La historiadora británica Julia Boyd nos habla del turismo que europeos y norteamericanos realizaban a lo que fuera Prusia, en los años veinte y treinta del pasado siglo, cuando el régimen nazi todavía tenía «buena prensa», sobre todo gracias al ministerio de Propaganda que dirigía Joseph Goebbels.

Nadie pensaba en campos de exterminio

Las atrocidades, por los menos las más graves, que cometieron los secuaces de Hitler, no se supieron hasta los estertores de la II Guerra Mundial, sobre todo en lo que tenía que ver con la Solución Final y los campos de exterminio.

Los campos de concentración, ahora se sabe, comenzaron a finales del año 1937, y en aquellos años, antes del genocidio de más de seis millones de judíos, sirvieron para encarcelar a toda la oposición política – socialistas, comunistas e incluso democristianos – que era un estorbo para el imperio que se quería formar.

En campos de concentración como Dachau o Hartheim también se exterminó a lo que en jerga nazi se denominaba infrahumanos: gitanos, homosexuales, discapacitados físicos o personas que sufrían de enfermedad mental.

Inclusive, cuando en la década de los años treinta del pasado siglo turbas de las SA y las SS campaban por sus respetos amedrentando a la oposición política al nazismo, muchos turistas los consideraban como una peculiaridad más de Alemania.

Casi nadie se lo esperaba

A pesar de que desde el putsch Bávaro ya se veía que el NSDAP no se «pararía en barras» para hacerse con el poder a cualquier precio, fueron pocos los europeos, y menos los que pertenecían a su intelligentsia, que vieron venir lo que sería el III Reich en todo su apogeo.

De hecho, fueron muchos los intelectuales europeos que durante los años veinte y treinta del pasado siglo viajaron por Alemania, y la mayor parte de ellos quedaron encantados, siendo muchos los que incluso alabaron la reconstrucción que estaba llevando a cabo el gobierno del canciller Hitler.

De todo ello, y algo más, nos enteramos cuando nos «sumergimos» en la lectura de Viajeros en el Tercer Reich, un libro de la profesora universitaria y escritora Julia Boyd, que ahora publica en castellano Ático de los Libros.

Un libro que por otra parte ha recibido una pléyade de premios, y que ahora tenemos la suerte de poder leer en el idioma de Cervantes, y cuya versión original en inglés ha tenido un enorme éxito de crítica, pero también de público.

El prestigioso rotativo británico The Daily Telegraph ha llegado a calificar el volumen como de lectura fascinante, lo que supone una crítica positiva más a las que hay que sumar las de The Guardian y otros prestigiosos diarios anglosajones.

Unos turistas complacidos

La mayoría de los turistas que visitaron Alemania a partir de los años 30 del pasado siglo, quedaron prendados del renacimiento de esa nación después de una I Guerra Mundial que la dejó devastada, en buena medida por las compensaciones de guerra que tuvo que pagar.

No fueron pocos que después de su periplo alemán, volvieron a sus países de origen con la idea de que Adolf Hitler era el estadista que necesitaba una nueva Alemania que, cual Ave Fénix, resurgía de sus cenizas.

A pesar de que esos turistas también vieron el inicio de lo que sería una de las mayores atrocidades que se han cometido en la Historia, como ver campar por sus respetos a manadas de SA y SS o que la población de origen judío tuviese que llevar una estrella de David amarilla cosida a su ropa, pensaban que esos excesos desaparecerían cuando Hitler se afianzara en el poder.

Alemania año 0

A pesar de que el término se aplicó más a la Alemania que gobernase Conrad Adenauer tras la debacle de la II Guerra Mundial, Alemania también quedó completamente destruida después de la I Guerra Mundial.

Como ya hemos explicado en estas «páginas», el Armisticio de Versalles, dejó a la economía alemana exhausta, con pérdida de territorio y con la obligación de pagar unas compensaciones de guerra fabulosas.

A la ya calamitosa situación de posguerra, el hundimiento de las bolsas mundiales en el crack del año 1929 no hizo sino empeorar la situación.

Entre otros males, el capital norteamericano y europeo, que se había invertido en la reconstrucción de Alemania, fue repatriado a sus respectivos países, provocando un auténtico erial económico en Alemania.

Se llegó a una situación en la que Alemania se vio incapaz de pagar los empréstitos que tenía contraídos con Estados Unidos y el resto de las potencias occidentales, por lo que se llegaron hasta a producir hambrunas en un país que ya en aquellos momentos tenía un buen merecido calificativo de «locomotora» económica de Europa.

Inestabilidad política

Además de la crisis económica, la situación también derivó en crisis política: en solo un año, 1932, llegó a haber hasta cinco elecciones para formar gobierno.

En esta situación apareció Hitler y su NSDAP, en quien muchos vieron un «cirujano de hierro» que podría ser la solución a una situación de desbarajuste político y económico.

Hay mucha gente que olvida o que no sabe, que Adolf Hitler llega al poder en el año 1933 a resultas de unas elecciones democráticas, tras lo cual el Mariscal Hindenburg lo designa para formar gobierno.

A partir de ahí la Historia es conocida: ya en el año 1938 se abre el campo de concentración de Dachau, uno de los muchos que hubo en territorio alemán, donde ser recluye a toda la oposición política y también a los denominados por los nazis unmenschen: gitanos, homosexuales, discapacitados físicos y psíquicos y enfermos mentales.

Lo que no se ve no existe

A la «buena prensa» que durante mucho tiempo tuvo el Régimen nazi y la Alemania de entreguerras por parte de los turistas, también colaboró que en sus destinos no pasaba lo que en Berlín y Hamburgo y otras grandes ciudades.

Los visitantes, sobre todos los turistas, solían acudir al Valle del Rin y a Baviera, dos territorios donde la vida de los alemanes se asemejaba mucho a las bucólicas postales que los turistas enviaban a sus países de origen.

Si bien es cierto que hasta en los lugares turísticos existía también la parafernalia que impulsaban los nazis en lo que aspiraba ya a ser un Reich – ceremonias multitudinarias con estandartes con las cruces gamada y desfiles nocturnos de las SA y SS portando antorchas -, los visitantes no le daban mayor importancia y llegaban a considerarlo como algo solo pintoresco.

Pero mientras tanto en las grandes localidades fabriles de Alemania, como Hamburgo o Múnich, los camisas pardas, por medio de palizas y hasta asesinatos, acababan con lo poco que quedaba de la oposición política.

La persecución a los judíos, obligados a llevar una cruz de David de color amarillo cosida en lugar visible, no era mal vista por amplias capas de ciudadanos europeos, en los cuales existía algo más que un larvado antisemitismo.

Mención se debe hacer la «noche de los cristales rotos», Kristallnacht, en la cual durante las noches del 9 y 10 de noviembre 1938, en Alemania y Austria, fueron la SS, SA y juventudes hitlerianas se lanzaron contra la población judía y sus empresas.

La seducción del régimen nazi

Fue lo que permitió a Hitler y al NSADP tener, durante los años previos a la II Guerra Mundial buena prensa, cuando a fin de cuentas la Alemania hitleriana no era sino un lobo con piel de cordero.

Pero quizás el mayor aldabonazo para «limpiar» la cámara al régimen criminal que se estaba formando fueron las Olimpiadas del año 1936 que se celebraron en Berlín. Allí una Alemania pujante se presentaba ante el mundo como una potencia civilizada.

Lo que pudieron ver las legaciones deportivas de los diferentes países que participaron en las pruebas deportivas olímpicas fue una Alemania limpia, ordenada y unos alemanes eficientes y educados.

Desgraciadamente tuvo que mediar una guerra mundial y millones de muertos para que occidente descubriera el régimen criminal y genocida que dirigió Alemania durante algo más de una década.

Fuente – el diario / ÁTICO DE LOS LIBROS / Campos de concentración nazis en Wikipedia / Noche los Cristales Rotos en Wikipedia

Imagen – Jorge Láscar / Dale Cruse / Manuel Núñez Salinas / National Archives of Norway / German Federal Archives / Das Bundearchiv / Gary Bembrigde / Kejtil

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