CNT, poner negro sobre rojo

Un nuevo libro sobre la CNT, escrito por el doctor en Historia Julián Vadillo, intenta arrojar nueva luz sobre lo que fue este sindicato de inspiración anarquista y sobre el movimiento anarquista en general, que brilló con luz propia en las tres décadas anteriores al golpe militar del General Franco

El movimiento sindical que se desarrolló en España en los albores del siglo XIX no podría entenderse sin la concurrencia de la Confederación Nacional del Trabajo, el sindicato de clase anarquista por excelencia.

Ahora, 109 años después del acto fundacional que se desarrolló en el Palacio de Bellas Artes de Barcelona, el doctor en Historia Julián Vadillo publica, en CATARATA, un ambicioso volumen que pretende poner negro sobre blanco, aunque podría ser más indicado decir negro sobre rojo, la historia de la CNT.

El volumen, de algo más de 300 páginas, lleva como título Historia de la CNT: Utopía, pragmatismo y revolución, en donde se resume los 109 años de historia del sindicato en el que fue dirigente Buenaventura Durruti.

Mejora de las condiciones de vida del proletariado

Tal como muestra Julián Vadillo, para entender la acción sindical de la CNT, hay que retrotraerse a la Primera Internacional y al movimiento obrero de finales del siglo XIX para entender la evolución de España en el siglo XX.

En aquellos años, la CNT lo que buscaba con sus propuestas es la mejora de las condiciones de vida de la clase obrera, liderando muchas de las reivindicaciones que tuvieron que esperar a los estertores del franquismo para ser conseguidas, como la jornada laboral de 40 horas semanales.

En algunos sectores y coordenadas geográficas, sobre todo en el campo, la CNT era el sindicato mayoritario, y la conquista de la jornada laboral de ocho horas de trabajo diarias es producto del trabajo sindical de los anarquistas.

Objetivos en el medio y en el largo plazo

La CNT combinó, en su acción sindical, el logro de lo más inmediato con respecto a la mejora de las condiciones laborales y de vida de la clase obrera, con objetivos a más largo plazo, que implicaban un cambio, desde la raíz, de la sociedad.

Reivindicaciones como las ocho horas diarias de jornada laboral, la mejora de los emolumentos, una sanidad y una instrucción públicas, iban directas la mejora de la depauperada clase obrera, intentando lograr mejores condiciones de vida.

Sin embargo, la CNT y el movimiento anarquista también propugnaban el logro de objetivos a más largo plazo, que lo que buscaban era una transformación social que se extendía a los cimientos de la sociedad, tal como se entendía a finales del XIX y en los primeros años del siglo XX.

El ideal social anarquista era lograr una sociedad más igualitaria, más justa, y donde, del mismo modo que añoraba el marxismo, se aboliesen las clases sociales, y se lograse una sociedad anarquista.

El ideario anarquista era muy atrayente para parte del movimiento obrero, por lo que, en ciertas zonas de la geografía española, volvemos a reiterar que sobre todo en núcleos rurales, se convirtió en la opción preferida por el campesinado.

CNT y UGT, no siempre bien avenidos

Ambos sindicatos estaban destinados al «choque de trenes», a pesar de que, en determinadas etapas, como la Guerra Civil Española, llegaron a colaborar estrechamente.

La UGT, fundada en el año 1888, estuvo ligada, desde su fundación al Partido Socialista Obrero Español que fundase Pablo Iglesias Posse y se convirtió en un competidor de la CNT en la afiliación al movimiento sindical.

Máxime cuando la CNT tenía ya por aquellos tiempos la aspiración totalitaria de ser el único sindicato de clase, absorbiendo a todos los demás, incluida por tanto la UGT, a pesar de que ambas organizaciones sindicales trabajaron al alimón en 1916 y también en la Guerra Civil Española.

Además, desde la CNT siempre se exigió a la UGT que abandonase la tutela que sobre ella ejercía el partido político que ahora, más de 115 años después de la fundación de la CNT, gobierna en España.

Acción directa

Ya desde sus inicios, la CNT entendió que la acción sindical no consistía solo en los piquetes y las huelgas, sino que, de ser necesario, también se podía recurrir a la violencia política, tanto contra los «enemigos de clase» como contra otras organizaciones sindicales.

Sin embargo, en el «credo» anarquista, la acción directa también tenía otro sinónimo, que era que cada trabajador podía exigir sus derechos políticos y laborales, sin la necesidad de que existiera ningún intermediario – organizaciones sindicales y / o políticas – que vehiculase esas reivindicaciones.

Un sambenito que no le corresponde

Pero la CNT ha tenido que arrostrar con una «fama», inclusive entre los historiadores, que no es merecida, ya que, en el imaginario colectivo, como una organización que defendía sus intereses, sobre todo, con violencia.

La realidad es que la violencia es connatural al género humano y ha sido ejercida por todo tipo de organizaciones, incluida y la CNT y otras organizaciones sindicales, pero de ahí a adornar con la vitola de la violencia a todo el actuar de la CNT va un buen trecho.

En el caso de la acción sindical, y también de la patronal, en las primeras tres décadas del siglo XX existió el pistolerismo, y en el mismo estuvieron implicados tanto los sindicatos de clase como la patronal.

En esa violencia también existió lo que en décadas posteriores se ha calificado como «guerra sucia», esto es, la acción de las cloacas del estado contra el incipiente movimiento sindical, cuando la mayoría de esa acción sindical era no violenta.

En ese aspecto, uno de los mitos que hace caer Julián Vadillo, además por la fuerza de los hechos, es que la CNT vivió la mayor parte de su historia, la que va desde su formación a la Guerra Civil Española, «secuestrada» por la Federación Anarquista Ibérica.

Guerra Civil: la CNT en primera línea

Además de que la CNT fue esencial en la oposición ante la monarquía de Alfonso XIII y la dictadura de Primo de Rivera, fue una de las pocas organizaciones que pudieron dar una respuesta armada ante la sublevación de los militares africanistas en 1936.

La acción de la CNT fue esencial en algunas regiones de España, como fue el caso de Barcelona, para evitar que la ciudad se rindiese ante los militares facciosos, evitando que la ciudad cayese en poder del mal llamado bando nacional.

Durante la guerra, la CNT dio «una de cal y otra de arena», ya que en las zonas en las que era hegemónica intentó construir el «paraíso» anarquista, desarrollando su revolución social que incluía la colectivización de la tierra.

Sin embargo, también fue capaz de llegar a acuerdos de colaboración con otras organizaciones sindicales, principalmente con la UGT y fue esencial en la creación del Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña.

La CNT también fue crucial para la estabilización política en la zona republicana, participando en el gobierno catalán y en el de la II República asediada por los facciosos.

Nakba rojinegra

Tras la victoria de los militares facciosos, se estableció una dictadura, liderada por el general Franco, que llevó a una buena parte de los políticos y sindicalistas a tener que huir del país y refugiarse en países europeos y latinoamericanos.

El exilio tampoco le fue ajeno a una buena parte de los cuadros de la CNT, lo que desarboló el sindicato en el «interior», y, además, tras la recuperación de la democracia, dentro del movimiento anarquista, se produce un cisma.

Por un lado, se encuentran los anarquistas que tuvieron que huir de España tras la victoria de los militares sublevados; a esa «vieja guardia» se opone una nueva generación de anarquistas que padecieron buena parte de las cuatro décadas de dictadura.

En la actualidad, la CNT, aunque todavía desarrolla su acción sindical, se encuentra desdibujada y ni mucho menos tiene el mismo poder que tuvo durante las primeras tres décadas de siglo XX.

Fuente – Público / Universidad Complutense de Madrid

Imagen – Patrick Janicek / Magnus Manske / Juanjo Zanabria Masaveu / Lito Dela Casa / EAJ – PNV / Wikipedia / Wikimedia Commons

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