Al menos nos queda su biblioteca

La viuda de Carlos Fuentes, la periodista española Silvia Lemus, guarda como «oro en paño» los 14.000 volúmenes que componen la biblioteca del que fuera autor de La muerte de Artemio Cruz, que próximamente, tal como era voluntad del autor, serán legados a la Universidad de Veracruz

La desaparición de Carlos Fuentes (Panamá 1928 – Ciudad de México 2012) fue un mazazo para las letras en castellano y nos atreveríamos a decir que también para las letras universales.

El diplomático y escritor mexicano resultó una revolución para las letras en español, y nos dejó libros tan memorables como La muerte de Artemio Cruz o Terra Nostra, y no teniéndolo presente ya, por lo menos nos queda su nutrida biblioteca.

Una biblioteca personal que cuenta con 14.000 volúmenes y que, contrariamente lo que ha sido del resto de su archivo, no ha sido legado al fondo bibliográfico de la Universidad de Princeton.

Murió con las botas puestas

Cuando al que fuera joven periodista de la revista Hoy le sorprendió la muerte se encontraba enfrascado en lo que iba a ser la siguiente novela, de lo cual se conservan documentos.

Tenía ya apuntada en una hoja un esquema con 28 escenas y personajes de lo que era el armazón de una novela que ya nunca concluirá; la resma se encuentra todavía grapada a la pared, tal como la dejó, en el despacho de su casa.

Su lugar de trabajo también se quedó como él lo dejó: con dos retratos enmarcados en la pared de sus progenitores, que también se encuentra adornada con varias viñetas gráficas, también enmarcadas, de la revista New Yorker.

Una biblioteca omnipresente

Como no podía ser menos, en su estudio, como en el resto de la vivienda que habitó durante tantos años, también encontramos, omnipresentes, los libros, y donde, por sus manías de escritor, prefería escribir en un pequeño pupitre en vez de la espaciosa mesa que preside la sala.

Ahora es su viuda, que fue su mujer durante 40 años, Silvia Lemus, que también es albacea de su legado y que se recrea en la defensa y protección de lo que fueran sus libros más queridos, que llegan al número de 14.000.

El «núcleo duro» de su biblioteca está conformado por ocho filas de estanterías que llegan hasta la techumbre de la habitación, donde organizados por temas, encontramos el grueso de los libros que atesoró a lo largo de su vida.

Inclusive entre los volúmenes encontramos primeras ediciones de sus propios libros, caso de La muerte de Artemio Cruz, Aura o Terra Nostra, entre otros.

Sin embargo, el grueso de su biblioteca, de hasta 14.000 volúmenes lo encontramos en la azotea de la vivienda, una casa obra del arquitecto mexicano Luis Barragán, uno de los pocos arquitectos mexicanos que han sido galardonados con el prestigioso premio Pritzker, el Nobel de arquitectura.

La pareja formada por Carlos Fuentes y por Silvia Lemus llevaba cuatro décadas teniendo como residencia la propiedad, lugar de descanso durante los años en los cuales Fuentes viajó por medio mundo como diplomático con los más diversos destinos.

Pero no es la única biblioteca magna que se mantiene del diplomático mexicano, ya que en el apartamento que todavía posee Lemus en Londres se pueden encontrar otros 8.000 volúmenes.

Legado a la Universidad de Princeton

La viuda de Carlos Fuentes mantiene con esmero la biblioteca que le legó su fallecido esposo, tanto que todas las semanas un bibliotecario llega al domicilio del escritor para poner orden en su cuantioso caudal de libros.

Sin embargo, salvo sus libros, su archivo y el resto de la documentación que genero durante su intensa vida como diplomático y escritor fue legada, a su muerte, a la Universidad de Princeton, que la guarda como «oro en paño».

Fuentes, que fue profesor durante la década de los años 80 del pasado siglo de la prestigiosa universidad ubicada en Nueva Jersey, decidió en vida que su archivo se legase a ese centro de enseñanza superior fundado por John Witherspoon en el año 1746.

De hecho, todavía no se ha producido en su integridad la entrega de todo el archivo de Carlos Fuentes, entre otras cosas porque es inmenso y previamente ha habido que sistematizarlo de una manera adecuada.

También a la Universidad Veracruzana

La idea que tiene Silvia Lemus para el grueso de la biblioteca del Premio Cervantes consiste en legar el grueso de la misma a la Universidad Veracruzana, ya que el Estado de Veracruz es la tierra originaria de la estirpe de los Fuentes.

La idea de no ha sido de la viuda, sino que fue el propio Carlos Fuentes el que lo dejó consignado en sus últimas voluntades, con la indicación que se la denomine como Biblioteca Carlos Fuentes Lemus.

El primer representante de los Fuentes en el Estado de Veracruz fue su abuelo paterno, un emigrante alemán que en el siglo XIX fundó una hacienda cafetera en las proximidades del lago de Catemaco.

Por su parte, uno de sus descendientes, el padre del escritor, el primer veracruzano de pura cepa, también fue diplomático, del cual Carlos «heredó» la profesión.

Carlos Fuentes nació en Panamá, país donde su familia se encontraba debido a que su progenitor había sido destacado en la embajada mexicana del país donde se encuentra ubicado el canal del mismo nombre.

Fue en otro de los destinos diplomáticos de su padre, en este caso en la embajada mexicana en Brasil, donde el joven Carlos Fuentes aprendió a ser novelista de la mano del poeta Alfonso Reyes.

Amistad con Octavio Paz

Una de las amistades, puede ser calificada como literaria, de Carlos Fuentes, fue con Octavio Paz; el escritor mexicano, nos referimos a Paz, también aunaba en su persona la condición de escritor y diplomático.

La primera vez que trabaron relación fue el año 1950, donde un Fuentes veinteañero se encontró con un escritor, contaba Paz con 35 años, que comenzaba a ser conocido por sus obras literarias.

Tal como contaba fuentes, su encuentro fue un «flechazo» y se hicieron amigos casi al momento, y compartieron francachelas, en unión con Elena Garro, Bioy Casares y Silvina Ocampo, por los cabarés de Saint-Germain-des-Prés.

Pero las correrías y las aventuras galantes continuaron cuando ambos regresaron a México, y en ese momento la «pista de baile» eran las calles y los locales de ocio de Ciudad de México.

Eso antes de que el giro conservador de Octavio Paz lo alejase de Fuentes, de las correrías a altas hora de la madrugada, y de otros escritores mexicanos de su generación.

Fuente – EL PAÍS / Carlos Fuentes en Wikipedia / Universidad de Princeton en Wikipedia / Silvia Lemus en Wikipedia

Imagen – Flickr bot / Wesley Fryer / Les Chatfield / cultivar / José Francisco del Valle Mojica / Biblioteca Daniel Cosío Villegas

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