
La biblioteca personal de Phillip Roth ha pasado a ser propiedad de la Biblioteca Pública de Newark, localidad de cual era oriundo. Debido a los recortes presupuestarios que comenzaron con la crisis financiera de 2008, el legado es hasta un problema para la institución
Después de que Phillip Roth falleciese en 2018, por expreso deseo del escritor, la Biblioteca de Newark, cuidad donde nació y se desarrollan la mayor parte de sus novelas, recibió como legado sus más de 7.000 volúmenes de su biblioteca personal.
La relación de Roth con la biblioteca de su localidad natal, siempre fue muy especial, debido a que echo muchas horas en la misma, parte leyendo, una de sus grandes pasiones, y otra buena parte escribiendo.
Ahora, se está llevando acabo una labor de sistematización de toda la biblioteca, un proceso que puede llevar años debido a lo voluminoso de la misma – 7.000 volúmenes – y lo variado de los gustos literarios del autor, entre otros, de La gran novela americana.
Cachivaches curiosos

Entre el archivo que ha legado, hay objetos que nos informan bien a las claras de quien fue Phillip Roth como persona.
Uno de los objetos del legado es el álbum de graduación de la escuela de la Avenida Chancellor, donde el escritor egresó en el año 1946, donde mientras sus compañeras de clase le dejaban besos de carmín en los libros, él solo pensaba en el beisbol.
Por aquella época, salvo el tiempo necesario para estudiar, su afición por el deporte de las cuatro bases se extendía inclusive a la literatura, donde su escritor favorito era John Tunis, que escribía novelas juveniles sobre beisbol.
Las aficiones radiofónicas de un jovencísimo Roth también se extendían al deporte del bate, la pelota, y el guante de receptor, y no era sino el periodista radiofónico deportivo Norman Corwin.
Así era Phillip Roth con 13 años, y algunos de sus compañeros pasaron a ser, años después, protagonista de sus novelas, como en Pastoral Americana, donde su alter ego, Nathan Zuckerman describe al «sueco», uno de sus ídolos de juventud.
Escenas personales que tiñen sus novelas

Fue su niñez, adolescencia y juventud en Newark las que pueblan muchas de sus novelas, aunque no necesariamente hechos verídicos, son la base con la cual el autor de más de 25 novelas, creo su particular mundo literario.
Unas narraciones donde se entremezclan la realidad y la ficción, sin que sepamos a ciencia cierta cuando nos encontramos en una u otra.
De hecho, en El lamento de Portnoy, la novela publicada en 1969 que le catapultó al éxito, el protagonista Alexander Portnoy cuenta como rellena su álbum escolar, de un centro educativo que tiene el mismo lema – No pises al desvalido – que la escuela donde estudió el propio Roth.
Con la publicación de la novela, se desató una fuerte polémica entre la crítica especializada para determinar qué había de ficticio y qué había de real en la novela, aunque finalmente no se llegó a un consenso sobre el asunto.
En una fría dependencia de la primera planta

Es donde se encuentra la biblioteca personal del autor a la espera que sea sistematizada, y allí se encuentran las lecturas más preciadas del que logró crear su propio universo literario apreciado tanto por la crítica como por el público.
Pero la biblioteca de Phillip Roth es mucho más. Son sus notas, sus anotaciones en los márgenes de los libros, sus reflexiones escritas en cuadernos, y también, en las dependencias de la biblioteca de Newark, se desarrollan alguna de sus novelas.
Es el caso de Goodbye, Columbus, en donde su protagonista Neil Klugman trabaja durante un verano mientras se encuentran ensoñado pensando en la rica y atractiva Brenda Patimkin.
Amante de la literatura en español

Phillip Roth fue toda su vida un lector voraz de todo tipo de literatura, y en su bagaje literario tenía un lugar especial la literatura hecha en español.
Además, los libros en español fueron una constancia durante toda su vida, ya que desde joven tuvo esa querencia, afición que no le abandonó el resto de su vida, por lo que podemos encontrar en «cartera» escritores en castellano de diversas épocas.
En su biblioteca podemos encontrar autores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Jorge Luis Borges, pero también escritores de «hornadas» posteriores, como es el caso de Juan Gabriel Vásquez o Junot Díaz.
Asomarse a su biblioteca es algo muy parecido a asomarse a su proceso creativo, ya que, aunque muchos de los libros los leía por placer, otros muchos los leía para tener fuentes en las que basar sus ficciones.
A la hora de tomar notas, casi cualquier cosa servía: blocs de notas, los márgenes de los libros donde se documentaba para escribir sus novelas, hojas sueltas del más variado «pelaje» o inclusive servilletas que le proporcionaban con el número inmoderado de cafés que se tomaba todos los días.
Un escritor sistemático

Sobre todo, en lo que tiene que ver con la literatura, solo clásicos, que provenía de Francia y de Rusia y que a pesar de que mucha de ella es de otro siglo, fue una de las bases de una buena parte de su obra literaria.
Anotaba de manera sistemática todo aquello que le podía ser valioso para la «arquitectura» de sus relatos, de manera que podemos decir que hay una transmisión desde la literatura clásica a los argumentos de sus relatos y novelas.
Y ello también se puede aplicar a sus lecturas, en las que se puede rastrear un «hilo conductor» que permite organizar las mismas, además de por países, por temáticas y hasta cronológicamente.
En ese «orden desorganizado» está buceando ahora la bibliotecaria Nadine Sergejeff que hasta ahora, y con un esfuerzo ímprobo, ha catalogado 1.400 libros de los 7.000 que contiene la colección.
Una decisión inesperada

La noticia sobre el legado de Phillip Roth a la biblioteca de Newark saltó a los medios el 22 de mayo de 2018, pocas horas después del fallecimiento del excelso novelista.
Fue la propia Biblioteca Pública de Newark la que informó que el escritor había manifestado su intención de legar su biblioteca personal a la institución, y que los 7.000 volúmenes del escritor pasaban a estar bajo la custodia de la institución.
Se trata de «regalo» espectacular sobre todo porque estamos hablando de que quien recibe el legado no es la biblioteca de una prestigiosa universidad, sino una biblioteca pública de una localidad «satélite» de Nueva York.
Al mismo tiempo, se trata de una biblioteca que siempre ha estado a falta de fondos, especialmente a partir de la crisis financiera de 2008, por lo que, hasta cierto tiempo, hacerse con el legado del escritor, es, hasta cierto punto, y por la gestión, un problema.
Fuente – EL PAÍS / Phillip Roth en Wikipedia
Imagen – Milagros Mata Gil / Paper High / Information of New Orleans / Boston Public Library / Jörg Kaftan / Katharina / Buzz