
Arthur Conan Doyle, además de haber sido el «padre» de Sherlock Holmes también hizo sus «pinitos» como detective, e incluso participó, por invitación de Scotland Yard, en el desentrañamiento de los crímenes producidos en 1888 en Londres por Jack el Destripador
Aunque siempre hemos considerado a Arthur Conan Doyle como el padre de Sherlock Holmes y de otros personajes de ficción, esto es, como escritor, y también como médico, la realidad es que también ejerció como detective.
Al menos una vez, que se sepa, este médico escocés, devenido en escritor, participó, a petición de Scotland Yard, en la investigación para desentrañar la identidad de Jack el Destripador, un despiadado asesino en serie que hizo cundir el pánico en los barrios más humildes de Londres.
Aniversario

El próximo 31 de agosto se cumplirán 132 años de que un hasta hoy desconocido Jack el Destripador, todavía hoy se desconoce la filiación de asesino en serie, asesino a cinco prostitutas en la zona de Whitechapel.
Toda la fuerza policial del Londres de 1888 se puso detrás de la pista del Destripador, eso es lo que literalmente hacía con sus víctimas, sin que nadie haya podido, en estos 132 años, desentrañar el misterio de quién era.
Aunque es poco conocido, el autor de Estudio en escarlata fue invitado por Scotland Yard a tomar parte de en las pesquisas, y se aplicó con denuedo a las mismas, aunque con poco provecho.
Acusado el mismo

Entre las peregrinas teorías que se pergeñaron en aquel Londres decimonónico, el propio Conan Doyle pasó a formar parte, bien es cierto que, por poco tiempo, del elenco de sospechosos.
Una de las hipótesis que se manejó en aquellos años, debido a que el asesino diseccionaba con maestría a sus víctimas, es que podía tratarse de un médico, y el autor de, entre otros, El sabueso de los Baskerville, lo era.
Las peripecias de Sherlock Holmes y su inseparable Watson se comenzaron a publicar un año antes de los asesinatos de Jack el Destripador, y tuvieron gran éxito.
Debido a la buena acogida que tuvieron los relatos, el doctor Doyle tuvo que orillar su profesión de galeno para dedicarse en exclusiva a escribir.
Pero, como suele suceder habitualmente, la realidad acabó superando a la ficción, y la sociedad británica se enfrentó a una serie de crímenes brutales y cometidos contra cinco mujeres.
Detectives aficionados

Siendo Arthur Conan Doyle un hombre absolutamente polifacético, además de compatibilizar, durante una buena temporada, la administración de la ciencia de Esculapio con la escritura, también tuvo tiempo para participar en una sociedad de detectives amateur.
La sociedad se llamaba Crime Club y en ella compartía «mesa y mantel» con otros aficionados a resolver entuertos.
Uno de los casos que llegó a club tenía que ver con los luctuosos acontecimientos que tuvieron lugar en el populoso barrio de Whitechapel en el que fueron asesinadas cinco prostitutas, y Conan Doyle participó en las pesquisas.
Su participación en la investigación fue por partida doble, ya que fue contactado por Scotland Yard debido a que Joseph Bell, que había sido su tutor en la rotación que realizó en la Edinburgh Royal Infirmary, lo recomendó a la policía de Londres.
Una lucha contra el reloj

Bell y Doyle lo dejaron todo para involucrarse en la investigación de los asesinatos, teniendo sobre ellos la espada de Damocles de que, cada pocos días, se sumaba un nuevo asesinato, cada vez más brutal.
Para embrollar más la situación, Jack el Destripador comenzó a enviar misivas a los periódicos más importantes de Londres jactándose de sus horrendos crímenes y con tono petulante desafiando a Scotland Yard a que lo atrapara, si podían.
Tras poner «negro sobre blanco» sus conclusiones, cada uno de ellos dio un nombre sobre quién podía ser Jack el Destripador, y lo curioso es que ambos coincidieron, presentaron sus conclusiones en un informe a Scotland Yard.
Aunque se desconoce que uso se dio al informe, ya que nunca se ha encontrado, lo cierto es que poco después de elevar sus conclusiones a la policía, los crímenes cesaron.
Dentro de la familia real

La hipótesis de la escritora Diane Madsen es que el nombre que se ocultaba tras el pseudónimo de Jack el Destripador, y que ambos médicos aportaron a Scotland Yard, era el del médico real.
James K Stephen, además de galeno, era el tutor del hijo del Príncipe de Gales, y de ahí Madsen extrapola que el informe se hizo desaparecer para evitar el escándalo que se hubiese producido de hacerse público.
La propia Madsen también especula con la posibilidad de que Conan Doyle se basase en esos hechos para escribir su relato Un escándalo en Bohemia, donde también se ven los tejemanejes que se produce en otra Casa Real, en ese caso germana.
Las cinco

Hace escasas fechas se ha publicado The Five, de la historiadora británica Hallie Rubenhold, que pone en solfa muchas de las verdades aceptadas sobre los crímenes de Jack el Destripador.
Una de las tesis que echa por tierra la escritora es que las cinco víctimas se dedicasen al oficio más viejo de mundo, ya que, según las investigaciones llevadas a cabo por la historiadora, dos de ellas no eran prostitutas.
De hecho, ese sesgo – el considerar que todas ellas eran meretrices – condiciono la investigación de la policía, de manera que no se aplicó con el mismo celo que si las mujeres hubiesen sido «señoras respetables».
Bien es cierto que, analizando la biografía de las cinco, se puede extraer que tuvieron una vida dura, y que algunas efectivamente ejercían la prostitución, pero no todas ellas, aunque finalmente se estigmatizó a las cinco.
Precisamente por esa estigmatización y el ser deshumanizadas, y solo consideradas como mujerzuelas, hizo que su historia se haya olvidado y que la única que persista sea la de su victimario, Jack el Destripador.
Por lo demás, algunos críticos literarios han calificado a The Five como un libro revolucionario en el Reino Unido, ya que muestra una nueva visión sobre los crímenes de Jack el Destripador, que por primera vez está abordado desde el campo de las víctimas.
Fuente – LA RAZÓN / Arthur Conan Doyle en Wikipedia / NIUS
Imagen – Tex Texin / Jim Linwood / Matt Brown / Phil Dolby / Tammy Lo / Bruce Tuten