Va de epidemias

Capitán Swing nos presenta El mapa fantasma, una reconstrucción de científico y divulgador Steven Johnson de la epidemia de cólera que asoló Londres en el verano de 1854, donde una combinación de factores sociales y demográficos hizo estallar un problema de salud pública de primer orden

La pandemia que estamos sufriendo ha hecho que tomen plena actualidad los artefactos culturales – libros, películas, series – que tiene como argumento epidemias de tronío, como la que nos narran en El mapa fantasma.

El argumento de libro nos habla del brote de cólera que sufrió el Londres de 1854, en aquellos momentos la principal metrópoli del mundo y conocido, y como la labor de un médico y en sacerdote lograr vencer a la epidemia.

El cólera la provoca una bacteria, no un virus como en la covid-19, y dicha bacteria recibe el nombre de vibrio cholerae, que acaba con los enfermos con una diarrea acuosa que los deshidrata.

En Capitán Swing

Ha sido la editorial madrileña la que, aprovechando que estamos en la pandemia más grave en un siglo, para lanzar un título lleno de esperanza, no en vano esa epidemia de cólera se logró controlar.

El autor no es otro que Steven Johnson, un conocido científico y divulgador, y nos muestra con meridiana claridad y de una manera muy didáctica lo que fue una emergencia sanitaria de primer orden en lo que era la capital del país más extenso y poderoso del mundo.

Inclusive, leyendo sobre la epidemia de cólera londinense podemos encontrar enseñanzas muy útiles para la pandemia mundial de SARS-CoV-2.

La principal metrópoli del mundo

En el año 1854 Londres era la capital del principal imperio colonial que existía en el mundo, y era una urbe donde se podía encontrar los más variados especímenes humanos.

Desde recolectores de huesos a traperos, pasando por buscadores de materias puras y dragadores, sin olvidarnos de los hurgadores del barro y los cazadores de las cloacas.

Al mismo tiempo, la ciudad bañada por el Támesis era la capital comercial del orbe conocido, precisamente porque el imperio colonial británico se extendía por los cinco continentes.

Era la ciudad que el mundo anglosajón y los territorios de ultramar tenían como espejo, capital económica emergente, todos aquellos que querían prosperar social y económica, acudían a Londres como las abejas a la miel.

La masificación origen de la epidemia

El principal problema del Londres finisecular es que sus infraestructuras se quedaron pequeñas para albergar semejante aumento, casi exponencial, de población.

No se mejoraron los albañales, ni la distribución de agua, la higiene se quedó corta y en aquellos momentos no existían políticas de salud públicas, con lo cual el cólera encontró un terreno abonado.

Como era de esperar, Londres se convirtió pronto en una sociedad dual, una sociedad que inclusive parceló la capital del Imperio en unos distritos donde lo tenían todo y otros donde carecían de todo.

En la misma urbe convivía el Londres financiero de la alta burguesía donde la riqueza se derrochaba a raudales, con otro Londres, el de aquellos que vivían de los despojos que dejaban los primeros.

Fue el verano de 1854 donde la conjunción de muchas circunstancias – ausencia de servicios públicos de cualquier tipo, una salubridad que casi no existía, y una densidad de población desbocada – abrió las puertas a una epidemia de cólera.

Esa epidemia, aunque Londres ya había sufrido varias, destacó por la velocidad con la que propagó y el elevado índice de mortalidad que desató, y aunque las clases pudientes tenían acceso a sanidad y las populares no, el contagio no distinguió por nivel socioeconómico.

Muertos a mansalva

El cólera dejó un reguero de muertos, y muchas familias eran testigos de como perdían a varios miembros en un solo día, sin posibilidad de darles digna sepultura porque como ya decimos los frágiles servicios públicos de Londres estaban desbordados.

Solo en las primeras 24 horas se reportó el fallecimiento de medio millar de personas, y en una semana más ya eran 1.000 los que habían fallecido producto de la infección con la bacteria vibrio cholerae.

Mientras tanto, un sacerdote y un médico – Henry Whitehead y John Snow – luchan en solitario y a brazo partido contra una enfermedad, que como el SARS-CoV-2 les estalló en las manos de un día para otro.

De cualquiera de las maneras, y aunque estaban en el siglo XIX y no en el XXI, la infección se circunscribió a solo una ciudad, cierto que la mayor urbe del mundo conocido, y fue una epidemia que no se extendió más allá de Londres.

Desde perspectivas diferentes

También muestra que los dos protagonistas de la epidemia, los ya citados John Snow y Henry Whitehead, se enfrentaron a una enfermedad para la que en aquella época no había cura – el primer antibiótico se desarrolló en 1909 – por lo que tuvieron que actuar por ensayo y error.

Mientras que Whitehead era un sacerdote que ejercía su ministerio en una parroquia del Soho londinense, Snow es un médico anestesista con una gran formación y reputación de ser un buen médico, no en vano asistió uno de los partos de la reina Victoria.

El religioso aplica, para intentar evitar la extensión de epidemia, el «saber popular» sobre el cólera, como es que era el hedor lo que hacía extenderse la epidemia, y que es el calor estival el que hace que se extienda la enfermedad.

Snow llevaba tiempo investigando el cólera, concretamente desde el año 1848, y en poco tiempo adquiere amplios conocimientos sobre su origen, propagación y tratamiento, además, y aquí reside lo importante, desde una perspectiva científica.

Epidemiología de andar por casa

Aunque el padre Whitehead se auxilia del «saber popular» y de la observación y el galeno Snow del método científico, llega a confeccionar un mapa de la extensión de la epidemia, los dos llegan al mismo punto.

Y ese punto, geolocalizado diríamos en el siglo XXI, no es otro que el surtidor de agua de Broad Street, origen de la infección por bacteria vibrio cholerae y donde se actuó para acabar con la epidemia de cólera.

Fuente – Diario de Sevilla / Cólera en Wikipedia / Capitán Swing

Imagen – Fae / Capitán Swing / Needpix / Oxfam East Africa / Army Medicine / Dimitry Djouce

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