Argentina veta los libros españoles

Los libros de editoriales españolas exportados a la República Argentina han comenzado a tener trabas en las aduanas de aquel país, ya que si el lote supera los 500 libros es sometido a análisis químicos para determinar que su tinta no contiene plomo ni metales pesados

 Y el motivo no es otro que su mala tinta, y se ha convertido en una queja de editoriales y distribuidoras españolas, que denuncia que en el país austral se somete a los libros inexplicables análisis químicos.

Más de 500 libros

Es el límite de importación que ha establecido el gobierno argentino, y a partir del cual se establece el análisis químico de su tinta para ver si se encuentran restos de plomo.

Si el envío es menor de esa cantidad, solo es necesario un permiso oficial para que puedan llegar a las librerías de la República Argentina.

Realmente se trata de una burda excusa del gobierno argentino para favorecer a las editoriales argentinas, habida cuenta de que España es uno de los mayores exportadores de libros del país que gobernase Juan Domingo Perón.

Otra de las causas de esta maniobra dilatoria tiene que ver con el hecho de que Argentina está sufriendo una ingente carestía de divisas, y las quiere reservar, por ejemplo, para intentar pagar su deuda externa.

Un problema que no es tal

La medida, además de estar dificultando la recuperación de sector editorial español, se muestra vacua, porque análisis tras análisis, se demuestra que los libros españoles no tienen ni metales pesados ni plomo.

Hay que tener en cuenta que Argentina es el primer cliente de las editoriales españolas, no en vano allí se vende algo más del 35% de la producción editorial española, vendiendo, el año pasado, por algo más de 73 millones de euros.

No es una excusa nueva del gobierno argentino, ya que entre los años 2011 y 2015 también recurrieron a la misma argucia, de manera que pasaban meses antes de que los importadores pudiesen sacar los libros de los barcos.

Prohibido por la Unión Europea

Los análisis que llevan a cabo las autoridades argentinas se vuelven vacuos, habida cuenta que una directiva de la Unión Europea, desde el año 1995, impide la utilización de plomo y otros metales pesados en la manufactura de las tintas.

Tal como se refiere desde la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), lo que pretende la medida son dos cosas: por un lado, evitar la «fuga» de divisas y por otro proteger a su industria editorial.

Inclusive fuentes del sector de libro argentino admiten sin ambages que la medida tiene sobre todo la función de protección de la industria editorial y de la distribución de ese país.

Las editoriales españolas reaccionan

Y ha sido producto del aviso que les han dado sus clientes argentinos, que ahora tienen demoras inclusive cuando el lote de libros no supera los 500 ejemplares.

Antes, cuando el lote de libros no superaba el medio millar, el permiso de exportación era casi automático, pero ahora la aprobación del envío también se demora.

Y si son más de 500, tal como ya hemos indicado, el lote es sometido a un análisis químico para investigar si las tintas utilizadas tienen metales pesados o plomo en su composición.

Las editoriales españolas, advertidas por los importadores argentinos, están empezando a dejar en suspenso los envíos, justo cuando estamos a punto de entrar en la campaña navideña, una de las etapas de año cuando más se vende.

Un país lector

Argentina pasa por ser uno de los principales países en cuanto a su voracidad lectora, aunque desgraciadamente el poder adquisitivo no le acompaña.

Por lo general las editoriales españolas exportan entre dos y tres centenares de cada título que publican, y eso, libro a libro, supone que Argentina es el principal receptor en Iberoamérica de los libros españoles.

La solución que ve la industria editorial española, en caso de que la situación se cronifique, consistiría en imprimir los libros en Argentina, aunque desde fuentes del sector se califica la medida de arriesgada.

La opción podría ser factible porque las editoriales españolas, en sus «escuderías», tienen un buen número de autores argentinos, pero afectaría a la rentabilidad de las «casas matrices» españolas.

Argentina es un país con una población lectora muy estable, y dejar de exportar libros a ese país dejaría a muchos de sus lectores sin poder degustar de muchos autores de los cuales las editoriales argentinas no tienen suficientes recursos como para comprar sus derechos.

Unas imprentas con menos «punch»

Otro de los hándicaps de producir los libros en Argentina es que sus imprentas, a todos los niveles, tienen un menor desarrollo, de todo tipo, con respecto a las españolas.

Ni el tamaño, ni su red comercial ni su tecnología se acerca, ni por asomo, a la industria gráfica española.

Las imprentas argentinas están poco digitalizadas, algo que, si lo está en España, y para pequeñas tiradas las imprentas australes siguen optando por métodos tradicionales de impresión, lo que además les resta agilidad.

Literatura infantil y juvenil herida de muerte

Si la situación ya es peliaguda para los libros de propósito general españoles, lo es mucho más si hablamos de literatura infantil y juvenil.

El motivo no es otro que se trata de libros con grandes tiradas, por lo que por lo general se imprimen en países asiáticos, por lo que la importación a Latinoamérica es mucho más cara que si se envían desde España.
Además, por su complejidad técnica, la mayoría de las imprentas argentinas no están preparadas para su manufactura, por lo que inclusive técnicamente sería imposible su producción.

Sin embargo, existen editoriales españoles, como el antiguo Grupo Planeta, hoy Penguin Random House Grupo Editorial que manufacturan allí, con lo cual se ven beneficiados por la mayor circulación de sus libros.

Fuente – EL PAÍS

Imagen – Alex Poulsen / German Poo – Caamaño / Jonas Löwgren / Yuichiro Haga / Editorial Anagrama / Ian / dirrgang / store bukke bruse

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