Sherlock Conan Doyle

Además de ser el padre literario de Sherlock Holmes, con la lectura de Arthur Conan Doyle, investigador privado, que también participó en el desentrañamiento de un caso de asesinato en el que fue acusado injustamente Óscar Slater, un judío de origen alemán

Hasta ahora a Arthur Conan Doyle lo teníamos como el padre literario de posiblemente el detective más famoso de todos los tiempos. Nos referimos a Sherlock Holmes y su inseparable doctor Watson.

Pero la realidad es que sir Arthur Conan Doyle también participo, como detective aficionado, en la resolución de algunos casos como del Oscar Slater.

En ese caso, la actitud decida de Conan Doyle logró la excarcelación de Slater, que había sido condenado por un asesinato cometido en Glasgow en 1909, con pruebas inconsistentes.

Arthur Conan Doyle, investigador privado

Es lo que nos presenta Margalit Fox, publicado en castellano por Tusquets, un caso al que el escritor escocés dedicó 18 años de su vida hasta que logró que Slater fuera exonerado de todos los cargos.

La periodista norteamericana se topó con el caso cuando leía una biografía del autor de, entre otros, El mundo perdido, y que le ha servido para componer un magnífico libro que lleva por título Arthur Conan Doyle, investigador privado.

Realmente el argumento era una «perita en dulce» para cualquier escritor, o escritora como era ella en aquellos momentos en los cuales trabajaba como becaria en una editorial, aunque tuvo que esperar a 2012 para componer el libro.

Un asesinato en Glasgow

Es el origen del caso detectivesco en el que participaría Arthur Conan Doyle, y sucedió en el año 1908, cuando Marion Gilchrist fue asesinada en su domicilio de Glasgow.

La asesinada vivía sola con la única compañía de su doncella y una colección de joyas que tenía un valor de 3.000 libras, lo que a cambio y en euros serían unos 350.000 euros.

La investigación policial después del crimen determinó que una de las piezas más valiosas de su colección de joyas – un broche de oro con forma de luna creciente – había desparecido.

Días antes del crimen, Gilchrist había desheredado a sus sobrinos y nombrado como únicas herederas a su doncella y a la hija de esta.

Slater empeña un broche

Días después del crimen, un judío alemán, de nombre Óscar Slater, empeño un broche de oro y diamantes para pagarse un pasaje de barco entre Glasgow y Nueva York.

Sin profesión conocida, se ganaba la vida con el juego y se especulaba que también con el trabajo de proxeneta.

Debido a la depresión económica que se vivía en la ciudad escocesa, Slater decidió que lo mejor era cruzar a la otra orilla del Atlántico para intentar ganarse la vida.

Único acusado de asesinato es condenado a la horca en 1909, a pesar de que en la revisión de la sentencia la misma se atenúa y finalmente queda en cadena perpetua.

Pasará casi 20 años prisionero en la cárcel de Peterhead, obligado a trabajos forzados en una cantera, y retornando tras extenuantes jornadas laborales a una diminuta celda donde como telón de fondo siempre tenía el fragor del mar del norte.

Xenofobia y moral victoriana

Arthur Conan Doyle se involucrará en el caso después de ver que la instrucción, la policial y la judicial, era un auténtico despropósito y que se vulneraron los más elementales derechos de Slater.

El proceso judicial se había saldado con el encarcelamiento de Slater y de su abogado, George Edalji, ambos arquetipos de todo lo que odiaba la hipócrita sociedad victoriana.

El abogado, era un mestizo, hijo de un parsi y de una británica, y Slater un judío de origen alemán que vivía en los límites de la moral victoriana, dedicado el juego y al proxenetismo y de la trata de blancas.

Tal como opina la autora, el caso Slater fue el epítome del racismo, antisemitismo, xenofobia y una legislación que lo que pretendía a toda costa frenar la inmigración, sobre todo de aquellos que no fuesen lo suficientemente blancos.

Relatos cambiantes e inconsistentes

Slater fue apresado en Nueva York y extraditado a Reino Unido para posteriormente ser juzgado en Glasgow, con la condena y su revisión de la que ya hemos hablado.

Las pruebas de que cometió el asesinato eran muy endebles y las dos principales testigos cambiaron varias veces su declaración.

Por un lado, se tenía la confesión del ama de llaves de Marion Gilchrist, que seguramente fue la única persona que se llevó a la tumba la identidad del verdadero asesino.

La otra declaración fue la de Mary Barrowman, una adolescente de 15 años que en un primer momento declaró que vio como Slater saliendo de la casa de la finada, aunque años más tarde se retractó de su declaración.

Para más inri, el broche que empeñó Slater en poco se parecía al que fue robado de la casa de Gilchrist, algo que el juez, por lo visto, dejó pasar, siendo una prueba de cargo sobre la inocencia de Slater.

Un clamor a voces

Quizás lo que hizo que Arthur Conan Doyle se inmiscuyese en el caso judicial de Slater fue que después de ser el padre literario de Arthur Conan Doyle recibía decenas de misivas en las cuales le pedían que participase en casos policiales.

Para cuando se produce el asesinato de Gilchrist, Conan Doyle era un reputado caballero de la sociedad victoriana británica, tenía prestigio social y era rico, aunque carecía del antisemitismo que exudaba la sociedad británica.

Producto de su participación en las investigaciones surgió El caso de Óscar Slater, un opúsculo de 80 páginas en donde analizaba la investigación que llevo a cabo para exonerar al acusado de toda culpa en el crimen.

Durante la investigación Conan Doyle llegó a la conclusión de que el verdadero asesino, del cual nunca se supo su filiación, tenía llaves y pudo acceder a la casa sin necesidad de forzar ninguna cerradura.

Crítica social

A Conan Doyle le llovieron las críticas por haber defendido, y logrado, la libertad de los dos acusados, demostrando que la instrucción policial y judicial estuvo plagada de errores de bulto.

De cualquiera de las maneras, Conan Doyle siguió manteniendo que los dos acusados eran inocentes y así lo demostró durante el nuevo proceso judicial que se instruyó y también en la posterior obra literaria.

Después de remover Roma con Santiago, en 1927 se logró la excarcelación de ambos acusados y que fueran exonerados de todos los cargos, en un juicio en el que Slater contó con la asistencia legal de Craigie Aitchison, uno de los penalistas más famosos de la época.

Fuente – EL PAÍS

Imagen – Tomasz Baranowski / Francisco Antunes / Brian Snelson / Adrian Snood / Ben Sutherland / Corinne Cavallo / Rocco Lucia

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