
Poco se sabe de los elementos constituyentes de lo que posteriormente conoceríamos como Cien años de soledad, el libro más universal del genio literario de Aracataca, de su concepción coral o de los brillantes escritores que le hicieron de documentalistas y otros que le corrigieron la puntuación y hasta el estilo
En no demasiadas ocasiones podemos acceder a los entresijos de la creación de una obra literaria y menos de la categoría de Cien años de soledad, con un Gabriel García Márquez que todavía apenas había publicado.
Ahora, gracias a Ascent to glory, un ensayo publicado por la Universidad de Columbia, podemos asomarnos al proceso creativo y las vicisitudes que tuvo detrás una de las obras literarias que le valieron a Gabo el Premio Nobel de Literatura.
En una de las anécdotas que se narran en el libro, es cuando el crítico literario Emmanuel Carballo se topó con una de las primeras versiones de Cien años de soledad, le dijo al escritor que nadie iba a entender la jerigonza que había escrito, y que necesitaba repasar la puntuación.
Ascent to glory

El ensayo es obra del sociólogo canario Álvaro Santana – Acuña, profesor en el Whitman College y el libro se puede leer en dos planos: por un parte es el making of de los catorce meses que llevó escribir la magna novela.
Por otro lado, el ensayo también se puede interpretar en clave de explicar el cómo y el por qué se convierte en poco tiempo como un clásico universal y quizás el manuscrito más importante del boom latinoamericano.
De lo primero que nos damos cuenta es que Cien años de soledad es ante todo una obra colectiva, ya que Gabriel García Márquez enviaba a sus amigos y a los críticos literarios que conocía, copias el manuscrito.
Muchos colaboraron

En la gestación del libro participaron un buen número de amigos de Gabo, y cada uno de ellos aportó su «granito de arena» antes de que el libro entrase en máquinas, haciendo de Cien años de soledad una de las novelas más corales de toda la literatura latinoamericana.
El escritor mexicano Carlos Fuentes le envió algunas ideas por carta y Plinio Apuleyo Mendoza inspiró que el Barroco Español debía ser la «voz» que debía de dominar el texto.
Hasta exiliados españoles se permitieron dar su opinión, como es el caso de Federico Álvarez que se inspirase en El siglo de las luces, del escritor cubano Alejo Carpentier.
La investigación para la escritura de la novela fue obra de lo que se denominó «la mafia mexicana»: Emilio Pacheco buscó información sobre la «piedra filosofal» y Vicente Melo lo instruyó sobre botánica.
Por su parte Álvaro Mutis le ayudo con la poética de la obra y unos cuantos amigos colombianos le documentaron sobe las incontables guerras civiles que se produjeron durante el siglo XIX en aquel país.
Inclusive el original mecanografiado tampoco lo elaboró Gabo, sino que se debe a la mecanógrafa española Esperanza Araiza, que pasaba a máquina el original capítulo a capítulo a medida que los iba pergeñando el Nobel.
Verdades alternativas

Es el eufemismo con el que se habla de las noticias falsas, y entorno a Cien años de soledad los infundios corrieron «como la pólvora».
Después de críticas demoledoras durante todo el año 1967, en el año 1971 se avanzó un grado y se acusó a Gabriel García Márquez de plagio, y bastantes críticos literarios hablan de obra «sobrevalorada».
A pesar de ello, y afortunadamente para Cien años de soledad, del mismo modo que con cada generación aparece una nueva «hornada» de detractores, también surgen miles de lectores que quedan embelesados con el realismo mágico de Gabo.
Una región cultural de Patagonia hasta Ciudad Juárez

Cien años de soledad se convirtió, justo en el momento en el que surge el boom latinoamericano, como un tótem cultural para toda América Latina.
La gran mayoría de los escritores del boom latinoamericano consideraban que, al menos culturalmente, Latinoamérica era un solo país, que iba desde Patagonia a Ciudad Juárez.
Sin embargo, fueran muchos los países latinoamericanos que grabaron con aranceles Cien años de soledad, publicado en Barcelona y por tanto ajeno a la producción de los países de Cono Sur.
Mover los personajes

Desde la edición inicial a la versión final, como se puede leer en Ascent to glory, a medida que se avanzaba en los borradores, los personajes iban adquiriendo una nueva prelatura.
Inclusive, en un estadio primitivo del relato el coronel Aureliano Buendía no iba a ser el protagonista de la historia.
En un primer momento el protagonista de tan magna obra iba a ser la familia Buendía en su conjunto, y el coronel Aureliano Buendía solo iba a estar en Macondo de ciento en viento mientras combatía en sus guerras civiles.
Inclusive hasta que la novela no estuvo «madura», el coronel ganaba las guerras civiles en las cuales se embarcaba, lo que le hubiese llevado, quién sabe, presidente de Colombia.
Camino a Macondo

Publicado en Random House a finales del 2020, en él se ve como el Premio Nobel colombiano plasmó en Macondo sus recuerdos de su Aracataca natal.
Pero esos recuerdos de Caribe colombiano permearán también otras muchas obras literarias del que fuera periodista en el Universal de Cartagena, como La Hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961).
También encontraremos esa vegetación exuberante y esos poblachones costumbristas en La mala hora (1962), o Los funerales de Mamá Grande.
Tal como refería Gabriel García Márquez, él nunca se olvidó que era hijo del telegrafista de Aracataca, en su literatura reflejó un tiempo mágico que una vez vivió Colombia.
Y con serie en Netflix

Aunque todavía no se sabe cuándo se estrenará, Netflix se encontraría grabando una serie sobre el autor, de entre otros, Ojos de perro azul.
En dicha serie participan como productores ejecutivos sus hijos Rodrigo y Gonzalo, y tendremos ocasión, entre otras lindezas, de ver de dónde surgió el particular universo que gobiernan los relatos y las novelas del escritor colombiano más universal.
Fuente – LA VANGUARDIA
Imagen – Tecsie / Joe Shlabotnik / Abderrahman Bouirabdane / Rosy / Dereck & Nona / Poco a poco / Tim Buendía / NETFLIX