Mediterráneo: la historia oculta

Es lo que nos cuentan dos novelas recién publicadas: Piscinas que no cubren y Arde Torrevieja, que nos hablan de envés de la moneda, mientras que la cara es los largos veranos llenos de turistas, el sol, la playa y los chiringuitos

Tenemos asociado el mediterráneo español con sol, playa y chiringuito, pero la realidad excede muchas veces esos tópicos.

Ahora dos libros lanzados casi simultáneamente bajo el título de Piscinas que no cubren y Arde Torrevieja nos muestran otras realidades de esas tierras, como pueda ser la especulación inmobiliaria.

En el caso de Piscinas que no cubren de lo que nos muestran es esa otra realidad que muchas veces quedan escondida, más allá de lo evidente, en el archipiélago de Mallorca.

Un decorado, muchas veces de cartón piedra

Si hablamos de Mallorca y de Torrevieja todos tenemos asociado esas localidades en nuestro inconsciente colectivo aguas cristalinas, turistas y temperaturas ambientales por encima de los 30 grados centígrados.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte, una parte de la literatura se ha empeñado enseñarnos el envés de localidades del mediterráneo invadidas por los turistas durante los meses del verano.

Posiblemente el libro precursor de esta otra mirada haya sido Panza de burro, ambientada en la amistas de dos niñas de un entorno rural en la turística isla de Tenerife.

En ella podemos encontrar la vivencia de dos jóvenes, habitantes todo el año de la isla, y de cómo ven desde sus ojos de niñas la invasión de turistas que se produce todos los años.

Su ópera prima

Piscinas que no cubren es el debut literario de María Agúndez (Zaragoza, 1990), y tiene como protagonista a una niña deslenguada que obedece al nombre de Marieta.

En cierto modo el libro de Agúndez es un tributo a una niñez que pasó en Menorca, con una infancia que ella misma califica como «extrañamente autónoma», una obra con capítulos muy cortos, como suelen ser las argumentaciones en la niñez.

Otra de las novedades del libro es que está ambientado en el invierno, una época del año que se conoce poco de ese destino turístico que es Menorca, unos meses que remiten a otra realidad que no es la turística.

Piscinas que no cubren también es la visión, desde los ojos de una niña, de lo que supone el fenómeno turístico veraniego para una niña de pocos años, y que por ser joven mantiene toda la capacidad de sorpresa que se tiene en esa fase de la vida.

En el volumen se realiza una cartografía sociológica especialmente de los «guiris», pero también de los turistas catalanes que se esfuerzan en utilizar el catalán más cerrado que pueden para no tener que hablar con los aborígenes menorquines.

Lo más duro de la especulación inmobiliaria

Es lo que nos vamos a encontrar en volumen Arde Torrevieja, una localidad alicantina que es, por derecho propio, el epítome de lo que ha supuesto la especulación inmobiliaria en el mediterráneo español.

El autor, J. M. Sala (Torrevieja, 1988) sabe bien de que habla no en vano es oriundo de esa localidad donde se han convertido, y no es la única localidad del entorno, un auténtico expolio urbanístico.

En cierto modo en Arde Torrevieja nos vamos a encontrar también una visión nostálgica de lo que era Torrevieja, sobre todo para los oriundos de ella, antes de que se convirtiese en un municipio eminentemente turístico.

Ubicada en el año 2002, en plena expansión turística, cuando Torrevieja se convirtió en sinónimo de desarrollismo turístico y cuando ni una bomba de E.T.A. en el paseo marítimo pudo cambiar esa tendencia.

Fue esa una época de desarrollismo urbanístico salvaje donde lo único importante era construir, independientemente de que los edificios que se construían, muchos de ellos de una calidad dudosa, aguantasen los embates del tiempo.

Una Torrevieja en problemas

En el año en el que está ambientada la novela, el 2002, todavía no existía ningún hospital público en la ciudad que pudiese dar servicio a una población, que sobre todo en verano, aumentaba exponencialmente.

Además, a media que afluían los nuevos avecindados veraniegos empezó a llegar lo que no tenía que llegar, esto es, bandas criminales que se dedicaban a perpetrar todo tipo de delitos, desde «tirones» hasta robos en viviendas.

También, con una población creciente, y muchas veces muy joven, llegaron también los traficantes de todo tipo de drogas y sustancias psicoactivas, muy ligados al ocio nocturno de grandes discotecas.

Catarsis

Es como define Arde Torrevieja su autor, J. M. Sala, cuya escritura le ha servido para exorcizar sus demonios, el que siempre ha tenido una relación de amor – odio con la localidad que le vio nacer.

Por otro lado, una ciudad desproporcionada y grotesca que en el libro nos ofrece esa otra parte que se oculta a la opinión pública que lo único que ve en Torrevieja es grandes luminosos de neón y turistas británicos y alemanes.

Para dotar de mayor realismo a Arde Torrevieja, el autor ubica el inicio de la historia en sucesos acaecidos en la localidad alicantina, como fueron las inundaciones y la bomba que puso E.T.A. en el 2002.

A partir de esos sucesos reales se entremezclan en el argumento historias que a J.M. Sala le son muy cercanas, porque reflejan la realidad, además de gente muy próxima, ligadas a la construcción sin freno.

De los amigos que dejaron de estudiar el instituto, sin haber terminado la secundaria, para ponerse a trabajar en la obra y que lo primero que hacían, cuando todavía no se sabía que ese «maná» que era la construcción se iba a acabar, era comprarse un Audi.

Vivir a lo grande

El desarrollismo inmobiliario también intento llevar a Torrevieja a otra dimensión, pensando que se podría convertir en el polo de actividad económica más importante de toda la provincia.

De hecho, con esa impostura que caracteriza a los nuevos ricos, se creó el Premio de Novela de la Ciudad de Torrevieja, que llegó a estar mejor dotado económicamente que el Premio Planeta, un certamen que está galardonado con 600.000 euros.

Finalmente, a Torrevieja le llegó pronto su ocaso, pero a diferencia de lo que hizo Rafael Chirbes con Crematorio, J. M. Sala quería hablar de lo que hubo antes de la debacle económica que acabó llegando a la ciudad.

De esa Torrevieja optimista subida en la cresta de la ola que creía que había entrado en una dinámica en la cual nunca volvería a ser lo que había sido poco antes, esto es, un poblachón agrícola en medio de la huerta alicantina.

Fuente – el diario

Imagen – Phillip Capper / eGuide Travel / Miki Yoshihito / Les Haines / Ian Bruce / Alan Turkus

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