Cuentos de terror en femenino: el día a día

Una nueva generación de autoras ha decidido plasmar, a través de sus narraciones, las situaciones desquiciantes que muchas mujeres de mediana edad tienen que vivir en nuestras sociedades desarrolladas: el miedo a volver de noche solas a casa, abusos de todo tipo y estigmatización de aquellas que no se pliegan a jugar el rol que la sociedad les exige

Y publicados en un libro que lleva por título No era esto a lo que veníamos, obra de la periodista baturra María Bastarós.

La presentadora de televisión escribió un libro de cuentos, sobre lo cotidiano de las mujeres, durante el confinamiento, volumen que ha visto la luz en la editorial Candaya.

Nos encontramos, cuando abrimos el libro con cuentos como el de la niña que huyendo de un maltratador se interna en el desierto de los Monegros y se encuentra una fiesta Rave llena de jóvenes drogados con diversas sustancias.

Aunque la autora reside en Valencia, todos los cuentos de volumen están ambientados en su Zaragoza natal o en sus cercanías, con un sabor añejo a terruño aragonés y cuyo corolario sería que la realidad no sale nunca gratis.

Basados en el día a día

La autora ha tomado como materia prima la cotidianeidad de nuestro país en el aquí – Zaragoza y su extrarradio – y el ahora.

Ese día a día es la herramienta que utiliza para hablarnos de la experiencia de mujeres, que, como ella, frisan los 35 años.

Cuando se habla de sus influencias Bastarós esgrime una panoplia de autoras que cultivaron el género: Lorrie Moore, Lydia Davis, Lucia Berlin o Amy Hempel.

Todas esas autoras pagaron un precio, algunas de ellas un alto precio, por mantener los pilares del orden social de las sociedades y el tiempo que les tocó vivir.

La autora reconoce que seguir el rol que en esta sociedad les ha tocado interpretar – pareja monógama, trabajo asalariado y maternidad – no sale gratis; pero tampoco intentar trascender ese rol.

Escribir su experiencia de mujer

Es el nódulo central de su obra, que ya había conocido el lanzamiento, en el 2018 de Historia de España contada a las niñas, publicada por Fulgencio Pimentel.

En su obra se plasma como a veces ser mujer provoca miedo y rabia, siendo una de ellas la hipervigilancia a potenciales amenazas.

Dichas posibilidades de asalto, en todos los sentidos, también en el sexual, provienen de dentro de la familia, de la pareja y sobre todo del espacio público donde pueden ser asaltadas por las muchas manadas que pululan por ese espacio social.

María Bastarós es consciente, y así la plasma en su obra, que las mujeres son víctimas de todo tipo de violencias: físicas, sexuales, simbólicas e incluso intelectuales.

Otra de las cosas que tienen que sufrir las mujeres es la interiorización de una mirada masculina censora que hace que muchas veces la mujer se vigile a sí misma y lleva a muchas a autocensurarse.

Nadando en una corriente feminista

Esa literatura hecha por mujeres, pero no solo para ellas, ha calado internacionalmente, especialmente en Estados Unidos y en Reino Unido, dos de los polos de irradiación literaria más importantes.

Uno de los principales referentes literarios de María Bastarós es la escritora norteamericana Ottessa Moshfegh y especialmente el volumen Nostalgia de otro mundo, una antología de relatos de la bostoniana.

Las protagonistas de los relatos de Moshfegh son mujeres desapegadas que no cumplen el rol femenino, como es la nihilista mujer que evoluciona en Mi año de descanso y relajación, publicada en castellano por Alfaguara en el año 2019.

Otras autoras de ese grupo, quien sabe si con el tiempo serán calificadas como una generación, son las ya citadas Alexandra Kleeman, Kristen Roupenian o Lucía Lijtmaer.

El género también tiene epígonos en la literatura en español, como es el caso de la escritora bonaerense Camila Fabbri, que acaba de publicar el libro de cuentos Estamos a salvo en la editorial Temas de Hoy.

Mujeres decepcionadas

Tanto las protagonistas de las narraciones de Fabbri y de Bastarós son mujeres hastiadas y asqueadas de lo que les ha tocado vivir.

Jóvenes adictas a los antidepresivos para que recuerdos desagradables no las desarbolen, muchachas asqueadas de sus novios, o mujeres que viven la vuelta a casa en taxi después de haber estado de fiesta como un camino lleno de peligros.

Es la cotidianeidad lo que se convierte en un reto para mujeres de mediana edad, muchas de ellas, escritoras para más señas, que ven en los actos más nimios del día a día una metáfora a partir de la cual hilar un relato, que puede llegar a ser hasta de género fantástico.

Concretamente en los relatos de Fabbri se muestra bien a las claras las distintas varas de medir que hay para hombres y mujeres.

La mujer que decide obviar la maternidad se convierte prácticamente en una hereje, mientras que un hombre que se convierte en un padre ausente es juzgado con mucha más benevolencia.

Los mismo sucede con el éxito profesional: a una mujer que ha triunfado profesionalmente es muchas veces cuestionada, mientras que un hombre que ha logrado el mismo éxito profesional es convertido casi en un héroe.

Marcadas

Mujeres marcadas, es lo que se extrae después de la lectura del libro de cuentos de Eider Rodríguez que lleva por título Un corazón demasiado grande, publicado en Literatura Random House Mondadori en el año 2019.

El libro, escrito originalmente en euskera y traducido al castellano por ella misma, nos muestra el estigma que pesa sobre aquellas mujeres que deciden renunciar voluntariamente al rol que la sociedad les impone.

Para la autora la vida de las mujeres que si asumen el rol social que presuntamente les corresponde – monopolizar los cuidados, preocuparse de la casa y servir de «reposo del guerrero», por su puesto en un matrimonio heterosexual – acaban en poco tiempo devastadas.

Mujeres que se levantan de la cama cansadas y se levantan a la mañana siguiente también cansadas, producen para posteriormente poder consumir y mantener un statu quo con el que muchas veces no están de acuerdo.

Para Eider Rodríguez nuestra civilización es un hámster dentro de una jaula que corre sin parar en una rueda de actividad, en donde dónde no podemos dejar de correr, aunque lo deseemos.

Para la autora vasca, escribir es algo así como bajarse de la rueda de actividad durante un rato, parar, algo que la sociedad en la que vivimos ve como algo pernicioso y nocivo.

Fuente – EL PAÍS

Imagen – damon jah / Woc In Tech / Nenad Stojkovic / Cafel / Peter / Kurdish Struggle

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