El escritor peruano ha opinando en Conversaciones en el Adda, que la novela contemporánea ha perdido calidad frente a la clásica. Si la última lo que buscaba es formar ciudadanos críticos y fomentar la rebeldía ante el autoritarismo, la novela contemporánea ha hecho naufragar esos loables motivos, habiéndose convertido en un entretenimiento más, convirtiéndose en un fin en sí misma.
La presencia del autor, entre otros, de La ciudad y los perros, en el ciclo Conversaciones en el Adda, ha servido para que el diálogo entre el escritor peruano y el escritor español Javier Cercas, permita delimitar lo que consideran novela y la poca calidad, que a decir del Vargas Llosa, sufre la novela actual.
Mario Vargas – Llosa considera que la novela tiene la labor esencial de formar a ciudadanos de manera que la literatura cree ciudadanos que estén alerta ante cualquier intención del poder de manipularlos.
El Nobel peruano también considera que la novela contemporánea deja mucho que desear ya que se trata de una forma degradada de la novela clásica, un tipo de novela que a lo único que aspira es a entretener y a ser pasajera, aunque muchas veces concede que puede ser atractiva.
Los dos escritores son unánimes a considerar que la buena novela incita a la rebeldía de los lectores, los forman y los hacen fundamentalmente críticos con la sociedad en la que viven. Tanto para Cercas como para Vargas – Llosa la novela, antes de cualquier otra consideración, tiene como misión la de formar al ciudadano.
Para Vargas – Llosa esa función principal no debe de estar reñida con el hecho de que una novela divierta. Al mismo tiempo el novelista limeño está convencido que las buenas lecturas benefician a la sociedad aunque ese beneficio se nota a medio y largo plazo y no inmediatamente.
Algo que refrenda esa función de formar ciudadanos críticos, se tienen por el hecho de que todos los regímenes autoritarios casi como primera medida imponen la censura tanto para las obras literarias como para los medios de comunicación de masas, pretendiendo todos ellos la imposición de una verdad absoluta.
Los dos autores se muestran convencidos sobre el espíritu crítico que la literatura impregna a los lectores. Tras la lectura de una buena obra literaria, como puede ser una novela, el lector vuelve a la realidad mucho más crítico que antes de la lectura. Por ello los lectores son una realidad extremadamente peligrosa para los gobiernos autoritarios.
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Fuente – La Vanguardia
Imagen – Daniel López García