El catedrático de Historia Xosé Manoel Núñez Seixas nos presenta en “Camarada invierno” lo que fue la peripecia de la llamada División Azul que combatió en el frente ruso mano con mano con unidades el Ejército Alemán. A lo largo de las páginas de la novela veremos cómo era la vida diaria de los voluntarios falangistas que combatieron en la estepa rusa contra el ejército soviético
De eso va Camarada invierno, el libro más reciente del escritor Xosé Manoel Seixas dónde el relato lo pueblan los españoles que fueron a combatir por Hitler a Rusia englobados en la División 250 del Ejército Alemán.
Xosé Manoel Núñez Seixas es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Santiago de Compostela y desde el 2012 también de la Universidad de Múnich. Coincidiendo con el 75 aniversario de la fundación de la División Azul, el libro ha sido publicado simultáneamente en España y en Alemania.
Tal como explica este catedrático de Historia, la División Azul se gesta en una conversación entre Dionisio Ridruejo, Mora Figueroa y Serrano Suñer en el madrileño Hotel Ritz. La iniciativa no era sino un intento de Falange de recuperar el terreno perdido ante otras familias del régimen.
La formación de la División Azul estuvo llena de tiras y aflojas hasta que Franco, en una decisión que creyó salomónica, decretó que los mandos de la División 250 del Ejército Alemán fuesen militares de carrera y la clase de tropa se entresacase de voluntarios falangistas.
Aunque las primeras hornadas de divisionarios eran todos voluntarios, los posteriores reemplazos no lo fueron. En refrenas las ansias bélicas colaboraron las dantescas narraciones que los divisionarios que regresaban a España contaban sobre asesinatos masivos de judíos y la dura lucha que entablaron los soviéticos.
Muchos divisionarios que tenían una visión romántica de lo que era el Ejército Alemán se llevaron una decepción cuándo vieron como los grupos operativos de las SS se dedicaban a masacrar fríamente a civiles rusos o se ensañaban con las poblaciones judías que se iban encontrando en su avance.
Otro de los clichés que se les calló a muchos divisionarios fue el mito que hablaba de que el Ejército Alemán era una maquinaria de precisión perfectamente engrasada: muchas de las marchas se hacían a pie en condiciones penosas, muchas veces tenían que pernoctar entre el barro y sobre todo faltaba equipamiento para el frío para las tropas alemanas y sus aliados.
Núñez Seixas también muestra en el libro cómo el divisionario español era bien considerado por el mando alemán como un soldado valeroso y heroico, aunque los oficiales alemanes no podían entender como cada oficial español tenía su propio asistente y también un cocinero.
Sin embargo, sobre todo en la retaguardia, la picaresca española casi siempre salía a reducir: desde divisionarios españoles que se dedicaban al pillaje para luego vender lo sustraído, inclusive mercadeando con armas o con bienes que pertenecían al ejército alemán.
En Camarada invierno vamos a ser testigos de cómo fue el recibimiento a la División Azul una vez que abandonó el frente ruso y llegó a España. La mayor parte de los divisionarios no recibieron nada del régimen, ni los empleos prometidos ni ninguna reparación pública.
En esos momentos el Régimen Franquista, después de la derrota del Eje en la II Guerra Mundial, intenta enterrar cualquier connivencia que hubiese tenido con el régimen de Hitler para congraciarse con la nueva potencia mundial en la que se convirtieron los Estados Unidos.
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Fuente – Abc
Imagen – Wikimedia