El jueves de la tercera semana de noviembre saldrá a la venta El laberinto de los espíritus, libro con la cual finalizará la tetralogía que se inició el 14 de mayo del 2001 cuándo se publicó el primer volumen de la serie, La sombra del viento.
Se trata de una serie que ha cabalgado por más de tres lustros en los expositores de las librerías y la vida de sus lectores. Los adolescentes que leyeron La sombra del viento, son ya treintañeros más cerca de los 40 que de los 30.
Cinematográficamente hablando en estos tres lustros, los lectores, muchos de ellos también aficionados al séptimo arte, han visto pasar por su retina la saga de El señor de los anillos y también han sido testigos cómo Ridley Scott, cineasta al que siempre los Óscar le fueron esquivos, ganaba una estatuilla.
Con la publicación del primer volumen de lo que después se convertiría en las serie de El cementerio de los libros olvidados, algunos avisados críticos literarios, como Sergio Vila – Sanjuán, auguraban que nos encontrábamos ante un fenómeno de la literatura popular española.
Cabeceras de allende al Atlántico, como The Washinton Post, invitaba a todos aquellos lectores que gustasen de las novelas terroríficas, eróticas, conmovedoras, trágicas y de suspense, a acercarse a la librería más cercana y adquirir su ejemplar.
Por aquellos mismo pagos, The New York Times hermanaba a Carlos Ruíz Zafón con autores del calibre de García Márquez, Umberto Eco y el mismísimo Jorge Luis Borges; es más, se llegaba a afirmar que el autor catalán era un frasco de perfume, literario, eso sí, dónde se habían concentrado el genio de los autores ya citados.
Lo que en aquel lejano 2001 se ciñó a una edición en castellano y otra en inglés, se ha convertido en una saga que ha conquistado más de 40 países y ha arrastrado a más de 25 millones de lectores detrás de los entuertos que tienen que resolver Daniel Sempere en cada uno de los volúmenes.
Los dos últimos libros de la serie publicados hasta ahora – El juego del Ángel y El prisionero del cielo – se convirtieron en la mayor de las tiradas que nunca había realizado una editorial española. En el caso de El juego del ángel la primera edición se concretó en un millón de ejemplares que se agotaron en la primera semana de venta al público por lo que se decidió hacer una nueva edición de 400.000 ejemplares.
Los derroteros de las ventas de El prisionero del cielo también transitaron por una avenida amplia y extensa; en pocos días se agotó la primera edición de un millón de ejemplares a la cual le seguirían varias ediciones más con un número de ejemplares desconocido en estas tierras dónde tanto se publica en un campo yermo de lectores.
La trayectoria de Carlos Ruiz Zafón no ha sido siempre un lecho de rosas. Durante muchos años se curtió en certámenes de literatura infantil y juvenil. Su primer galardón fue el Premio Edebé de Literatura Juvenil con El príncipe de la Niebla cuándo corría el año 1993.
Tras ese primer éxito, publica, dentro de la misma trama que le dio el Edebé, El palacio de medianoche y Luces de Septiembre.
A punto de concluir el siglo, en el año 1999, publica Marina una novela que aunque estaba dirigido a público juvenil, se estructuraba en una compleja trama. Aunque estos primeros cuatro libros nunca alcanzaron la categoría de best seller, si se convirtieron, con los años, en unos entremeses que orientaban a los lectores hacia los platos principales – la saga de al que aquí hablamos – de la literatura de Carlos Ruíz Zafón.
En lo que se refiere a sus obras orientadas hacia el público infantojuvenil, esas primeras novelas se han consolidado como una de las mejores muestras de literatura orientada hacia niños y adolescentes y que además crean letraheridos por doquier.
No en vano El príncipe de la Niebla, El palacio de medianoche y Luces de Septiembre son lectura obligatoria en muchos institutos españoles distribuidos por toda la geografía española. Son ese tipo de obras las que finalmente acaban logrando que los millenials dejen todos su aparataje tecnológico y cojan un libro alguna vez.
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Fuente – El Diario
Imagen – Andrew Campbell