La literatura nos cambia la vida, como se la ha cambiado a Jean – Marie Roughol, que tras escribir Pido limosna: una vida en la calle, donde ha contado sus peripecias como persona obligada a vivir en la calle, ha logrado, con sus derechos de autor, poder vivir bajo un techo
A casi todos, como también es el caso de Jean-Marie Roughol, la literatura nos cambia la vida. Mientras pedía limosna en los Campos Elíseos y trabó conversación con exministro del interior Jean – Louis Debré al cual ofreció vigilarle la bicicleta.
En estas estaban cuando llegó a los odios de Debré como unos viandantes se burlaban de aquel hombre que pedía limosna. Cabreado por el comentario, el político le dice a Roughol, “Escucha, Jean-Marie, yo creo que tú tienes mucho más que contar que esa gente. Escríbeme tu historia. Escríbeme tu vida. Escríbeme un libro y encontraré un editor”.
Dos años después, en los expositores de las librerías se podía ver Pido limosna: una vida en la calle, que ha vendido más de 40.000 ejemplares y se ha convertido en uno de los superventas de Amazon Francia.
Además de en Francés, el libro ha sido traducido ya al coreano, chino y checo. A Roughol eso le ha cambiado la vida y le ha permitido, con los derechos de autor, poder tener un techo bajo el que vivir.
De vivir en esa trituradora de personas que se llama calle durante más de dos décadas, ahora puede vivir en un pequeño estudio parisino por el que paga 530 euros al mes. Ahora, intentando dejar de fumar, en el panorama político francés no duda en mostrar su simpatía por Jean-Luc Mélenchon, el candidato de Francia Insumisa, “un hombre que piensa en los desfavorecidos” según dice.
Pido limosna: una vida en la calle, narra la historia de días y noches durmiendo en la calle, esos bulevares parisinos que son una delicia para los turistas y una trampa mortal para los mendigos.
Dormir en las inhóspitas calles, refugiarse en los andenes de metro donde pululan toxicómanos con la mirada perdida, y en la cual también habitan ratas que tienen el tamaño de gatos.
París, una ciudad inhóspita si no tienes un euro en el bolsillo y donde los mendicantes se ven obligados a habitar albergues inhóspitos donde tienes que andar con mil ojos para que no les roben y aguantar auténticas sinfonías de ventosidad y ronquidos.
Tal como narra en el libro, su primera noche durmiendo en la calle fue con 20 años, después de haber retornado de haber hecho el servicio militar. Sin familia y sin trabajo, la primera noche al raso la pasó en el parque parisino de Buttes-Chaumont.
A partir de ahí un auténtico máster en supervivencia urbana: recoger comida que los supermercados echan a la basura, portar una navaja o un palo que le permita defenderse de las agresiones e integrarse en un grupo de “sin techo” al modo de Los Miserables de Víctor Hugo.
A lo largo de las páginas del libro un auténtico ejercicio de supervivencia a todos los niveles. Una supervivencia que finalmente, al menos por ahora, ha llegado a buen puerto. ´
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Fuente – Diario El País
Imagen – Wonderferret